En el centro de Lima, a escasos metros de la Catedral, se ubica la Plaza San Martín, lugar que sirve como referente para honrar al militar argentino quien desde los balcones del Cabildo declaró formalmente la Independencia del Perú un 28 de julio de 1821. Este hecho ha cobrado un valor muy significativo para la vida del peruano y en particular representa el punto de partida que nos permite conocer aspectos poco difundidos sobre El Libertador Simón Bolívar durante su paso por el sur.
Perú: un objetivo en común
En 1821, luego de triunfar en Carabobo, Bolívar muestra sus intenciones de extender su proyecto emancipador hacia el Sur. Si bien la independencia del Perú (aunque no definitiva) se había declarado por San Martín, Bolívar conocía a profundidad la estructura política y militar de los realistas yacentes en Virreinato del Perú, en este sentido comienza a diseñar una estrategia con el fin de tomar el poder sobre este territorio. Así las cosas, en octubre de ese año fracasa una rebelión contra “El Protector” promovida por el Coronel venezolano Tomás Heres (militar muy próximo al caraqueño). Bolívar, centrando su atención en Pichincha, no renuncia a Lima e insiste en su afán, esta vez enviaría a otro de sus hombres más leales con el propósito de desestabilizar un sistema de gobierno que apuntaba hacia la consolidación de un régimen monárquico. Ahora el coloso argentino recibe de Bolívar una carta expresada en los siguientes términos: “… Se ha propuesto el Gobierno de Colombia dirigir cerca de V.E a nuestro Ministro Plenipotenciario senador Joaquín Mosquera (…) Dígnese V.E. acoger esta misión con toda bondad. Ella es la expresión del interés de América. Ella debe ser la salvación del Nuevo Mundo”.
En una de las cartas dirigidas a Bolívar, San Martín manifiesta:
“Si usted expresara sus deseos, encontraría aprobación unánime, puesto que el objetivo es terminar la campaña que iniciamos y en la cual estamos comprometidos, y de que el honor de llevarla a término recaería en usted y la república que preside”.
Las instrucciones de Bolívar a Mosquera fueron muy claras: “Es preciso trabajar porque no se establezca nada en el país, y el modo más seguro es dividirlos a todos (…). Es preciso que no exista ni simulacro de gobierno y esto se consigue multiplicando mandatarios y ponerlos a todos en oposición. A mi llegada el Perú debe ser un campo rozado para que yo pueda hacer en él lo que convenga…”. Un año le bastó a Mosquera para cumplir con su misión al pie de la letra.
El 11 de julio de 1822, tras su paso victorioso por Pasto y Pichincha, a la cabeza de 1500 soldados entra Bolívar a Guayaquil, ciudad que se había negado a sus intereses expansionistas, entre rumores de amenazas, la autoridad local le fue despojada a Joaquín Olmedo, otros prefirieron refugiarse en barcos peruanos anclados en la bahía. Teniendo todo el camino despejado, el caraqueño declara “que acoge bajo la protección de la República de Colombia al pueblo de Guayaquil, encargándose del mando político y militar de esta provincia”.
La entrevista de Guayaquil
La llegada de San Martín a las costas de Guayaquil se produce el 26 de julio de 1822. “Desde territorio colombiano” un hábil Bolívar lo invita a desembarcar de su goleta Macedonia, si bien se asegura el carácter privado de la entrevista, no fue un diálogo secreto como la historia nos ha hecho entender, el Maestro peruano Abel Contreras González resalta la exclamación del argentino frente a su respetable anfitrión: “Dos fulgores no pueden brillar sobre el mismo firmamento”. Ya estaba claro que cualquier intento de negociación por Guayaquil resultaría inútil, sobre este particular señala el Instituto Nacional Sanmartiniano de Argentina: “… Se mantienen dos encuentros a solas el 27 (una hora y media) y el 28 de julio (cuatro horas), sin que ambos lleguen a un acuerdo sobre cómo habrá de terminar la guerra.”.
El historiador colombiano Indalecio Liévano apunta lo siguiente:
“En el curso de la conversación se han revelado ya las serias diferencias que separan a los dos grandes hombres. San Martín, pensó en la posibilidad de celebrar con Bolívar un tratado de alianza que le fuera prestada como lo había hecho Chile abnegadamente, entregándole reclutas y armamentos para engrosar los cuerpos argentinos que actuaban con personalidad propia en el Perú…”. A San Martín le preocupaba seriamente el destino de Lima luego de la caída definitiva del Virreinato. Bolívar comprendió que el Perú se encontraba al desnudo frente a un Protector muy hábil en negociación pero muy ingenuo como estratega militar. Continúa Liévano señalando: “Al atardecer, San Martín anticipó poner fin a su última entrevista en la cual habían naufragado todas sus esperanzas, y anunció a Bolívar sus pretensiones de partir inmediatamente a Perú. El Libertador le informó que se había organizado un baile en honor a aquella visita y le solicitó aplazar su partida. (…) San Martín frío, reservado y cortés, recibiendo en uno de los ángulos del salón los saludos y homenajes; y Bolívar, más alegre que nunca danzando con el entusiasmo que por el baile siempre se le caracterizó. Hacia la madrugada, San Martín hizo comunicar a Bolívar su deseo de retirarse y acompañado por él, salieron discretamente y se dirigieron hacia el muelle donde estaba todo preparado para su partida…”. La nobleza de San Martín lo condujo a pensar que Bolívar lo ayudaría a definir el destino geopolítico de la región, colocando sus tropas bajo las órdenes del Ejército Argentino, tal como lo hiciera el chileno Bernardo O´Higgins en el marco de la expedición libertadora. Sus planes se complican más cuando una nueva insurrección militar, promovida por el Mariscal peruano José de la Riva – Agüero termina apresando a su brazo derecho Bernardo Monteagudo. Buenos Aires para Bolívar!
Exactamente el 28 de julio, a un año de declarar la independencia del Perú, San Martín comprendió que nada había que celebrar, dos meses después, luego de instalado el Congreso Constituyente, el General renuncia y parte definitivamente del Perú. Quedará en manos de Simón Bolívar los destinos de un territorio inestable pero muy próximo a lograr su independencia definitiva. Un Perú profundamente agradecido e identificado con la huella dejada por San Martín muestra el fiel reflejo de un país cuyo génesis y sello libertario estuvieron liderados por dos colosos extranjeros, el primero se supo ganar el cariño y el respeto de su gente, en cambio más allá de triunfar en Junín, el caraqueño es recordado por muchos como un Dictador que a su paso desmembró a gran parte de su territorio.
La grandeza del Genio de América, sin duda, fue más allá de lo político, de lo militar y lo estadista. Frío, calculador, oportuno, insistente, sagaz, lleno de ímpetu y cargado de determinación fueron las herramientas que lo condujeron inevitablemente a torcer los destinos de un pueblo que concentró la mayor presencia española en todos los virreinatos de América. Esos caminos recorridos nos llevan a repasar con detenimiento, cómo este territorio además de perder a Guayaquil, Cuenca y Maynas también les fue arrebatado el Alto Perú con la creación del Estado de Bolívar (Hoy Estado Plurinacional de Bolivia), materia que será analizada en un próximo artículo.
Bibliografía
- MOROTE, Henry. Bolívar, Libertador y Enemigo Número 1 del Perú. 5ta Edición. Lima, Perú
- LIEVANO AGUIRRE, Indalecio. Simón Bolívar. 1era Edición. Fundación Editorial El Perro y La Rana. Caracas, Venezuela.
- RUMAZO GONZÁLEZ, Alfonso. El General San Martín. Su vida y su acción continental en relación con la historia de Bolívar. Biografía. Amazon, e-books.