Mucho se escribe sobre el brillante, el genio, el estratega, el militar y hasta el enamorado Bolívar, pero poco se dice sobre el Bolívar familiar, el tío protector.
Gracias a su correspondencia se sabe que el Libertador además de atender asuntos graves que pesaban sobre sus hombros también se dedicó con determinación a resolver lo mejor para sus hermanas y asegurar el futuro de sus sobrinos, los hijos de sus legítimos hermanos.
El hijo de María Antonia
De la unión entre los primos lejanos María Antonia Bolívar y Pablo Clemente nacen cuatro hijos: Anacleto, Valentina, Josefa y Pablo Secundino.
Carta de Bolívar a María Antonia (Potosí: octubre 27, 1825)
<<Apura al tío Feliciano para que pague lo que debe de Chirgua para mantener a los hijos de Juan Vicente y amenázalo de vender la hacienda si no paga pronto>>
Para Simón Bolívar la educación era tan importante como el poder y la guerra, claramente se refleja cuando Anacleto decide dejar a su madre María Antonia y a sus dos hermanos pequeños en la Habana y regresa a Venezuela para tomar la carrera de las armas en el ejercito de los patriotas, sin embargo su tío decide enviarlo a Europa con el fin de culminar sus estudios.
La otra sobrina, Valentina, para estos tiempos estaba casada con un civil; Gabriel Camacho hombre de confianza en la familia, ya luego tendrá cierta participación en el negocio de las minas de Aroa propiedad del Libertador.
La molestia del Libertador
Más tarde será Anacleto el principal responsable de que su tío estando furioso desde Lima le escribe directamente una carta, estaba harto de las quejas de María Antonia con su hijo: el apoderado del patrimonio de su tío Simón desde 1821 y a su vez convertido en un apostador sin escrúpulos.
Para estos tiempos el Libertador vivía situaciones críticas (Quintero, 2008) indica que los peruanos estaban divididos, el general Santander lo presionaba para que regresara o renunciara a la presidencia de Colombia, el congreso no quería que ejerciera doble cargo, así que renuncia a ser comandante en jefe de los ejércitos Libertadores, los ciudadanos de Lima se negaban a contribuir con la guerra, era evidente que pasaba momentos complicados y aun así saca espacio para firmarle un documento a su hermana como apoderada, revocando el poder anterior que le dio a su sobrino tres años atrás.
Sin embargo también decide escribirle a Anacleto que se encontraba en Bogotá para 1826 la siguiente carta:
Cansado ya de oír las quejas de tu madre y de tu familia, voy a hablarte por última vez aprovechando la ocasión de mi edecán O’Leary que te llevara esta carta: te dirá de viva voz cuan disgustado estoy por tu mala conducta y te intimara la orden de que te vayas para Venezuela a estar al lado de tu familia, si no a cuidarla, al menos a no desacreditarla como lo has estado haciendo en Bogotá. Te lo digo por última vez, Anacleto: si no te vas inmediatamente de Bogotá, si no abandonas ese maldito vicio del juego, te desheredo para siempre; te abandono a ti mismo. Es una vergüenza para ti y para tu familia ver la infame conducta que has tenido en Bogotá, librando contra tu propia madre sumas que no las gasta un potentado, abandonando a tu mujer, y, para hacer lo que faltaba desacreditando al vicepresidente; faltando de este modo a tu patria, a tu honor, a tu familia y a tu sangre. Es este el pago que das al cuidado que tuve de llevarte a Europa para que te educases; el que ha tenido tu madre para hacerte hombre de bien, y, en fin ¿es este el modo que correspondes a los beneficios que te he hecho? ‘¿no te da vergüenza ve se han convertido en hombres de bien; han aprendido a respetarse a sí mismos tan solo por respetarme a mí? ¿No te da vergüenza, repito, considerar que siendo tu mi sobrino, que teniendo por madre a la mujer de la mas rígida moral, seas inferior a tanto pobre guerrillero que no tiene más familia que la patria?
Te lo vuelvo a decir por última vez, si no te enmiendas, si no te vas para Caracas, te abandono a tu oprobio y te desheredo para siempre, sin que te quede otra esperanza que la enmienda que te exijo por la última ocasión.
Creo que te he dicho lo bastante para que conozcas mi enojo y conozcas también el medio por el cual puedes desarmarlo.
Soy tuyo,
Bolívar. (Escritos, t. lll, vol. Ll, pp. 81-82)
Cuando Anacleto vuelve de Bogotá y se responsabiliza por su vida, con el tiempo su tío le asigna ciertas responsabilidades y autorizó que habitara la residencia privada de Bolívar, la casa del Vínculo. En el frustrado viaje de Bolívar a Venezuela en 1828 le manda una carta a Anacleto:
<<Santana me ha entregado tu carta, que he leído con gusto por saber de ti. No quiero que te mudes; déjame únicamente las piezas para secretaria. Yo saldré de aquí el 7 del mes que entra y estaré en caracas en junio. Viviré en Anauco>> (Escritos, t. lll, vol. Ll, p. 197).
Juana y su hija
“Juanica” – como le decía cariñosamente su hermano el Libertador – se casó con tu tío Dionisio Palacios, de esa unión nacieron dos hijos; Guillermo y Benigna. En tiempos de guerra mientras Juana estaba en el exilio con su hija, su marido Dionisio se quedó en Venezuela luchando junto a las tropas patriotas, fue ajusticiado en el año de 1814 y su hijo Guillermo en 1817 murió combatiendo en la Batalla de la Hogaza, quedando Juana con su hija; Benigna, quien años más tarde se casará con Pedro Briceño Méndez, secretario y muy amigo del Libertador.
Al regresar del exilio se ven desamparadas, sin esposo, sin hermano y sin casa (Quintero, 2008) indica que la casa de Juana que quedaba en la esquina de los traposos se encontraba en ruinas como consecuencia del terremoto de 1812. Simón decide enviarlas a Angostura y dejarlas bajo la protección del presidente del Congreso de Angostura Francisco Antonio Zea para aliviar sus necesidades el Libertador les enviaba remesas.
Los sobrinos huérfanos de padre
El hermano mayor de Simón, Juan Vicente, se enamoró de una joven de clase media Josefa tinoco, no se casan pero unida como su mujer tendrán tres hijos; Juan, Felicia y Fernando, a los tres los abandonara su madre en diferentes puertas y serán presentados como niños expósitos.
Ya para 1810 una de las peticiones de Juan Vicente a su hermano Simón antes de zarpar y en caso de faltar era que se encargara éste de proteger a su hijos y reconocerlos legítimamente.
Y así lo haría el libertador hasta el final de su vida, jamás desamparó a estos jóvenes, cuando Fernando tenía doce años, su tío decidió enviarlo a Estados Unidos asumiendo todos los gastos de su educación, fue el general Carlos Soublette el encargado de llevarlo y ser el responsable de manejar el dinero.
Fernando estudió en un colegio de Filadelfia y continuó en la Universidad de Virginia, casa de estudios fundada por Thomas Jefferson, en cuyo campus se conserva un retrato y la habitación de Fernando. Hay unos consejos meticulosamente redactados por Bolívar para la educación de su sobrino, con el tiempo Fernando al culminar sus estudios regresa a Venezuela, su tío se lo llevará a Bogotá y lo incluirá dentro de su secretaría, será su compañía, estará al lado de su tío hasta en el lecho de su muerte.
En el primer exilio del tío protector, él le escribe a Josefa recordándole que su interés siempre es que los bienes de su hermano Juan Vicente les toquen a sus hijos, resuelve asignándole una pensión de cincuenta pesos mensuales y la orden de que su hermana María Antonia los asista cuando sea necesario, pero esta orden de Bolívar no se cumplió tanto como se deseaba.
Josefa y María Antonia
Las cuñadas nunca lograron llevarse bien, más que todo por parte de María Antonia que jamás aprobó esa relación que consideraba inapropiada, Josefa y Juan Vicente nunca se unieron en matrimonio.
Al volver del exilio la hermana del Libertador se consiguió con la sorpresa que Simón aprobó que Josefa junto a sus hijos habitaran la casa principal de la familia y con las duras consecuencias que dejó la guerra Josefa había resuelto aliviar su economía alquilando algunas habitaciones a toda clase de personas.
Preocupada por las medidas que toma María Antonia en su contra en 1825 Josefa le escribe a Simón una extensa carta en donde resalta lo bondadoso que siempre ha sido con sus sobrinos y destaca su comportamiento como un padre adoptivo, sin duda Josefa buscaba apoyo en su protector.
Meses más tarde a Josefa le llega este mensaje de María Antonia en donde se aprecia que el Libertador neutralizó las intenciones de su hermana:
<<Estimada Josefa, llego una carta de mi hermano, dice que te quedes quieta, que no lo molestes mas, ni a mí tampoco. La tengo en mi poder; puedes pasar por aquí cuando gustes. Te saluda, Antonia>>
Carta de Bolívar a María Antonia (Potosí: octubre 27, 1825)
<<Apura al tío Feliciano para que pague lo que debe de Chirgua para mantener a los hijos de Juan Vicente y amenázalo de vender la hacienda si no paga pronto>>
El malestar de Felicia
En el año 1827, Bolívar hace su último viaje con vida a Venezuela, uno de sus objetivos es casar a su sobrina Felicia con uno de sus mejores generales José Laurencio Silva, un militar con una gran trayectoria.
Sin embargo, a Felicia esta decisión de su tío no le agradó, para ella el hecho de que su futuro esposo con piel oscura y toscos modales era inaceptable, y eran precisamente estas las características por las cuales las damas de Lima estando en una fiesta rechazaban al general cuando las invitaba a bailar. Estos hombres de Bolívar generaba desconfianza a la sociedad blanca limeña, tanto así era el desprecio que al pasar les cantaban un estribillo:
Sácala perra
Sácala gato
Los Libertadores
Son todos mulatos.
El desprecio expresado no era motivo para intimidarlos así que lo que soldados del ejército de Bolívar respondían:
Sácala perra
Sácala gato
No serian libres
Sin los mulatos.
Entonces Felicia, sabiendo estos cuentos consideraba que podía optar por algo “mejor” ya que era la hija del heredero del mayorazgo de la familia.
<<Trato también de casar a Felicia con un amigo mío, hombre de bien y quien hará de su dicha>> (Escritos, t. lll, vol. Ll, p. 289)
Esta opinión llegó a los oídos de su tío, el cual no dudó en aclararle por medio de un secretario de manera directa a Felicia cuales serian las consecuencias de su negativa.
<< Si la señorita no se aviene a las instancias de su tío, que desea establecerla, entonces S.E. tiene allí a Fernando que promete mucho por su carácter, y en quien hará recaer el todo de sus bondades>> (La criolla principal, Caracas, p. 108)
Felicia no tuvo otra opción más que aceptar de manera resignada, era eso o quedarse sin nada, pero antes le escribe una emotiva carta a su tío expresándole su mayor prueba de amor aceptando el matrimonio pero desahogando sus penas por todo lo que vivió cuando estaban en situación precaria al quedar embargados los bienes de su tío y obteniendo de sus tías solo desprecio, el detonante para recordarlo es la amenaza de su tío cerrando la carta con estas palabras:
<<El único de nosotros que merece alguna consideración de V. es mi hermano Fernando: yo convengo con V. en que es un muchacho que promete mucho y que conozco que en mi no concurran bellas cualidades que en él, pero supla estas faltas la voluntad con que condesciendo a cuanto V. quiera y la gustosa resignación con que pone en sus manos su futura suerte>> Felicia. (La criolla principal, Caracas, p. 109).
En el contexto familiar, Bolívar siempre tomó medidas que consideraba convenientes, con un alma noble y generoso nunca miró con indiferencia las situaciones de sus sobrinos y las madres de ellos, incluyendo a su aya Hipólita, un hombre que cumplió con su palabra de no faltar hasta la muerte, un ser humano con problemas y angustias familiares como cualquier otra persona a pesar que la vida y sus circunstancias lo llevó a ser un hombre fuerte, ese fue nuestro Libertador.
Referencias:
Dra. Quintero, Inés. La criolla principal. Editorial Santillana, Caracas, 2008.
Escritos del Libertador, documentos particulares, ll. Caracas, 1967.
Lovera De Sola, Roberto. Simón Bolívar en el tiempo de crecer: Los primeros veinticinco años (1783-1808). Editorial Alfa, Caracas 2016.