María Soledad Hernández sobre la guerrilla venezolana: «El movimiento armado demostró gran desorganización desde sus orígenes»

María Soledad Hernández es miembro del Instituto de Investigaciones Históricas «Padre Hermann González Oropeza». También es profesora en las Escuelas de Comunicación Social, Filosofía y Doctorado en Historia de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).

¿Cómo calificaría la respuesta del Estado venezolano al desafío de la guerrilla?

Es una pregunta compleja, ya que puede derivar en un juicio valorativo, sobre todo si tomamos en consideración la narrativa reciente sobre el fenómeno de la lucha armada venezolana.

Debemos partir de un hecho real: el país acababa de poner fin a una larga dictadura de 10 años y eligió por la vía democrática a un presidente de consenso, producto de un acuerdo pactado o conciliado entre sus élites de poder llamado Pacto de Punto Fijo.

Luego, entra en juego uno de los tantos factores que no se pueden omitir, el triunfo de la revolución cubana, su influjo e impacto en Latinoamérica y especialmente en Venezuela.  Con un mes de diferencia —entre enero y febrero de 1959— se instalaba en el Caribe un proceso revolucionario estalinista apoyado por la URSS (en plena Guerra Fría), mientras que en nuestro país tomaba posesión como presidente constitucional el líder del partido Acción Democrática: Rómulo Betancourt.

La respuesta del Estado venezolano, fue la tradicional frente a la subversión. En una primera fase se entrenó y equipó a grupos de élite de la FAN, enmarcada dentro de una política orientada a garantizar al país la estabilidad democrática por la cual se había luchado durante una década y por la cual el país había votado en las elecciones de diciembre de 1958.

La democracia generó expectativas en relación a la solución de los problemas económicos y sociales de los 60. No obstante, la baja de los precios del petróleo, los altos niveles de gasto público y la corrupción generalizada durante el régimen de Marcos Pérez Jiménez, obligó al reciente gobierno a tomar una serie de medidas impopulares las cuales fueron promocionadas como capitalistas, imperialistas y burguesas, con la abierta intención de empobrecer al país. Ese era el discurso, sobre todo, del PCV, partido que proponía al país como solución a esta problemática, la toma del poder por la vía de la fuerza y de la violencia, activada desde los sindicatos y la lucha armada de las masas.

¿Qué rol, si alguno, ejerció Estados Unidos en las políticas de contrainsurgencia de los Gobiernos de Betancourt y Leoni?

El rol de los Estados Unidos es bastante discutido en relación a cuán efectivo fue. La cuestión es que sí lo tuvo, aunque no de una manera abierta y constante. Se dieron planes conjuntos entre los gobiernos de Washington y los Gobiernos de Betancourt y Leoni en contra de la lucha subversiva, que no solo tiene que ver con entrenamiento militar en la zona del Canal de Panamá —territorio estadounidense para ese entonces—, sino con la matriz de opinión —muy de corriente institucionalista— relacionada con el fantasma del comunismo; el «peligro comunista»; la «amenaza comunista», en contra las Fuerzas Armadas nacionales, las cuales podían contaminarse con planteamientos revolucionarios.

Se desencadena, pues, la expansión de la mentalidad antiguerrillera y antisubversiva en los diversos componentes de las FAN y no solo allí, sino también en el resto de la sociedad.

¿Qué grado de formación ideológica tenía un guerrillero de un grupo como las FALN, por ejemplo? Al leer la entrevista de Blanco Muñoz a Elegido Sibada (a) Magoya da la impresión de que este era muy bajo, de que en sus filas los lineamientos de partido ocupaban un segundo plano.

Grupos muy pequeños y aislados tenían una ideología consolidada. La composición de las fuerzas guerrilleras era muy diversa. A partir de allí, lo era también su preparación y formación.

Había estudiantes universitarios, población de las barriadas urbanas de Caracas y del centro del país, obreros, sindicalistas y elementos del ejército. De todos estos, solo los líderes políticos de los partidos, junto a algunos estudiantes, poseían instrucción sólida. Militantes y líderes de partidos (MIR, PCV, URD, etc.), sin embargo, no habían remozado sus planteamientos teóricos que heredaron de décadas pasadas. Eran bastante clásicos, no modernizaban sus conocimientos en relación a lo que era la izquierda en ese momento.

Entiéndase: quienes tenían una formación ideológica, no la habían actualizado. Existían más bien políticas de adoctrinamiento, porque la ideologización es un proceso mucho más complejo y racional. Requiere de análisis, de abstracción. Era mucho más fácil adoctrinar, y hacia allá se orientaba el proceso. Lo vemos en el ejemplo que usted menciona del Comandante Magoya. Al igual que él, muchos.

Una instrucción rígida partidista no existía. Lo que nos demuestra la desorganización que, desde sus orígenes, va a tener el movimiento armado en sus diferentes tendencias. No estaba todo orientado hacia un único modus operandi. El objetivo sí era el mismo: tomar el poder por vía de la fuerza y la violencia, por vía de la revolución; pero el cómo era lo que variaba y es por ello que no prospera.

¿Por qué en Venezuela se produce una insurgencia guerrillera contra gobiernos de origen comicial? Este hecho contrasta con lo ocurrido en el resto de la región, en la cual las guerrillas decían luchar contra los autoritarismos.

Esa es una de las mayores contradicciones que se han planteado los historiadores dentro del movimiento armado. Como esbozaba en la primera pregunta, está claro que Betancourt no era un dictador, no era comparable a Fulgencio Batista. Sin embargo, el movimiento cubano inspiró a los jóvenes en toda América Latina. En especial, a los jóvenes revolucionarios venezolanos.

Escribe Manuel Caballero, en su obra Las crisis de la Venezuela contemporánea, «nosotros hubiéramos podido el 23 de enero y perdimos la oportunidad». Para Caballero, esta era una reflexión romántica y emocional. Si los barbudos de Sierra Maestra habían logrado su objetivo, ¿por qué no lo podían lograr también los guerrilleros venezolanos?

Además de todo lo que hemos mencionado, hay otros factores que alimentaron la lucha armada sin un sentido puramente ideológico. Uno de ellos, que tiene un peso enorme, es la división interna del partido Acción Democrática. En particular, la formación del MIR.

En AD se producen contradicciones y conflictos frente a una vieja guardia del partido que había estado en el exilio y que desde 1945 ocupó roles protagónicos en la historia local. Esas contradicciones y conflictos se fueron agudizando, y generaron una reacción gobierno-oposición: se incrementaron de manera exponencial las manifestaciones de calle (extendiéndose la protesta estudiantil a todo el país), cuadros políticos fueron enviados a formarse en la URSS y en Cuba.

Los actores de dichos sucesos pensaron que podían mantener en el tiempo un clima de violencia (inducido y programado en la mayoría de los casos). Y por supuesto, para nadie es secreto que en una democracia bisoña —y débil como estructura política y de poder— eso era posible. Sin embargo, la racionalidad privó sobre el ánimo poco reflexivo de una realidad que, a todas luces, parecía dirigida al fracaso, como en efecto sucedió.

Silvio Salas
Silvio Salas
Venezolano, comunicador social que ha publicado en diversos medios internacionales. Se dedica a los campos de la metapolítica y la investigación historiográfica.

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