Hay episodios que quienes han venido escribiendo la “historia oficial” han querido olvidar o borrar de la memoria de los venezolanos, quizás sea por vergüenza o por inconvenientes; pero es bueno recordar, porque sabiendo cómo han sido las cosas podemos tener una visión más clara del curso de los acontecimientos. Uno de estos episodios es, sin duda, el intento del gobierno de la Junta Revolucionaria de Gobierno de Rómulo Betancourt de dividir (crear un cisma) en la Iglesia Católica para establecer una religión cuasi oficial, dependiente del gobierno revolucionario de ese entonces. Precisamente en los pasados días de octubre se cumplieron diez años de la muerte del curioso personaje principal de esta historia.
EL DECRETO 3 – 2 – 1
En 1945, llega Rómulo Betancourt al poder en Venezuela, al frente de una Junta Revolucionaria de Gobierno, luego de un cruento golpe de estado que causó centenares de víctimas, rompiendo el hilo constitucional al derrocar al gobierno democrático del presidente Isaías Medina Angarita.
El gobierno de Betancourt, en el cual participaban gran cantidad de elementos marxistas, ex marxistas, ateos militantes y radicalmente anticlericales emprende una serie de medidas en contra de la educación privada y religiosa, tratando de imponer lo que se llama el “estado docente”, que implicaba la idea totalitaria de que la educación de los hijos debe ser controlada por el estado, quitándole a los padres la posibilidad de elegir el modo y forma de la educación de los niños.
Con estos fines el gobierno dicta el famoso “Decreto 3-2-1” que menoscababa seriamente a la educación privada, mayormente impartida por los mejores colegios del país, los institutos religiosos tales como aquellos de los salesianos, los hermanos lasallistas, los jesuitas, las hermanas de Lourdes, etc., que beneficiaban con educación de calidad a toda la población, incluso a las clases de menos recursos con planteles o matriculados subsidiados por la Iglesia Católica. Así por ejemplo, en Valencia funcionaban la escuela “Domingo Savio”, sostenida por los hermanos salesianos, o el Internado para niñas “Padre Alfonso” sostenido por una orden de religiosas, donde se le daba educación de primera calidad a los niños de escasos recursos. Lo mismo ocurría en otros lugares del país.
El Decreto 3-2-1 descalificaba las notas obtenidas por los estudiantes de los colegios privados y violentaba el principio de igualdad establecido en la constitución imponiendo odiosas distinciones entre los institutos privados y públicos y entre otras cosas establecía:
“El único responsable de la educación en Venezuela es el estado,
que debe orientar, encauzar y vigilar la enseñanza”
Esta visión de “unicidad”, claramente totalitaria desencadenó la oposición de los institutos de educación privada, organizados en la Asociación Venezolana de Educación Católica (AVEC), de las familias católicas y de la misma iglesia. No se hicieron esperar las multitudinarias manifestaciones públicas de maestros, religiosos, estudiantes y representantes a lo largo y ancho del país que conmocionaron a la sociedad y terminaron por producir la renuncia del ministro de educación y la suspensión del decreto.
LOS ENFRENTAMIENTOS CON LA IGLESIA
Pero ya las hostilidades habían comenzado. Se estaba instalando la Asamblea Nacional Constituyente que proyectaría la nueva Carta Magna. Los revolucionarios pretenden establecer en la constitución una serie de cambios de tendencia atea y marxista. En la memoria colectiva estaban frescas todavía las imágenes de la guerra civil española, finalizada hacía relativamente poco tiempo, con la quema de iglesias, seminarios y colegios católicos, y las masacres y fusilamientos en masa de varios miles de curas, monjas, seminaristas y religiosos en general. Las simpatías del partido gobernante por los derrocados comunistas y republicanos españoles es harto conocida. Entre las ideas ateas propuestas en la constituyente está la de romper con la tradición ininterrumpida existente desde 1811, en absolutamente todas las constituciones venezolanas, en la que se inicia invocando a Dios Todopoderoso. Otra es en el artículo 53, cuando una vez más se ven las costuras totalitarias:
“El estado se reserva el monopolio en la formación
del magisterio y profesorado nacionales”
La iglesia protesta al considerar que dicho artículo colide con el derecho natural de los padres a elegir el tipo de educación que crean conveniente para sus hijos según su conciencia y con el derecho a practicar cualquier actividad lícita en beneficio de la comunidad.
En una Carta Pastoral los obispos señalan, con una clara referencia al gobierno:
“No creemos en el patriotismo de los comunistas.
No creemos en el patriotismo de quienes están a favor de tomar
las armas a favor de Rusia contra su Patria.
No creemos en el patriotismo de quienes califican de burguesas las ideas,
para nosotros sagradas de patria, hogar, religión y propiedad”
Para el momento de acercarse las votaciones para la Asamblea Nacional Constituyente, los obispos en un documento no piden el voto para nadie en particular, pero claramente dicen por quien no deben votar los católicos:
“debe negarse en absoluto el voto a los que propugnan
por la enseñanza laica al margen de la religión,
a quienes luchan por la supresión
de los colegios católicos en Venezuela
y a quienes predican las perniciosas doctrinas del comunismo
y del socialismo ateo, así como la lucha de razas”
LA NUEVA RELIGIÓN
Así las cosas, el gobierno de Betancourt y los adecos van al contra-ataque. Deciden crear su propia religión revolucionaria adeca. Para ello cuenta con todo el dinero y el poder del estado en sus manos. Reclutan para su proyecto a dos o tres curas adecos y el mamotreto lo encabezará un singular sujeto: Luís Fernando Castillo Méndez.
PERO ¿Quién ES LUIS FERNANDO CASTILLO MÉNDEZ?
Castillo es un joven caraqueño obsesionado con la idea de ser cura, obispo y hasta Papa. Aunque no ha terminado el bachillerato, se inscribe primeramente en el Seminario de San Cristóbal donde al poco tiempo es expulsado. Luego el mitómano y farsante inicia estudios en el Seminario de La Divina Pastora de Barquisimeto, donde corre con igual suerte. Viaja a Caracas donde trata de ingresar a la comunidad de los Padres Franceses en los Palos Grandes de donde sale rechazado. No obstante viste corrientemente con sotana y se identifica ante todos como seminarista o sacerdote. Su fantasía de ser un religioso ya es algo patológico. Es descubierto en 1938 ejerciendo como sacerdote en Caracas y es detenido por la policía y pasa varios días preso. Se muda a Cumaná donde reincide, pero es descubierto nuevamente. De allí pasa a Margarita, donde se cuela entre los Padres Carmelitas y se emplea como docente en las instituciones de estos religiosos. De allí viaja a España, y en 1944 con documentos falsos logra que un anciano e inhabilitado obispo, aquejado intelectualmente por su senilidad, lo ordene como sacerdote, ordenación totalmente fraudulenta y sin ningún valor. En el barco que lo trae de regreso desde España hasta Venezuela oficia varias misas.
Cuando Castillo regresa a Venezuela, nuestro país se encuentra convulsionado por lo que llamaban la “revolución de octubre” iniciada con el golpe de estado del 18-10-1945. Castillo llega en el preciso momento en que los revolucionarios se están enfrentando a la iglesia católica. Es el hombre indicado en el momento justo. Su gran oportunidad que no dejará pasar.
Castillo Méndez, con el apoyo del gobierno, funda en 1947 la “Iglesia Católica Apostólica Venezolana” ICAV, la cual gracias a los aportes económicos del gobierno de Betancourt monta algunos templos y logra tener hasta su propio periódico, “Liberación”, el cual engalana en el Nro. 1 su primera plana con una gran foto del recién electo presidente adeco Rómulo Gallegos, con el titular
“ROMULO GALLEGOS GOBERNARÁ SIN OPOSICION,
POR ENDE SIN LA IGLESIA ROMANA”.
La primera plana del periódico de la “Iglesia Católica Apostólica Venezolana” ICAV, de Castillo Méndez, desde el primer número enfila sus ataques contra la Iglesia Católica
Su primer templo lo instala en el “Barrio 18 de Octubre” de Catia. Desde allí lanza sus propuestas religioso-revolucionarias: Los curas se podrán casar. Se aceptará el divorico. Se eliminará el latín de la liturgia y los obispos se elegirán por el voto directo y secreto de los feligreses. Promete la “democratización de la Iglesia”. Luego se le ocurrió excomulgar al dictador español Francisco Franco y también ordenó “sacerdotes” a varios hombres, alguno de ellos casado, sin que tuvieran ni siquiera algún estudio en seminarios.
Pero Castillo incurre en dos errores que ni siquiera las autoridades pueden pasar por alto: Se viste e identifica como cura católico violando la ley de Patronato Eclesiástico, ya que no es cura y no puede vestir hábitos religiosos y pide dinero en sus “misas” que no lo son, lo que ocasiona que sea arrestado por unos días. Luego vuelve a la libertad y es amparado por un diputado afecto al gobierno. Mas tarde para evitar problemas legales modifica sus sotanas y hábitos para que no sean copia exacta de las que usan los católicos y con sus nuevos “disfraces” no tiene problemas legales, aunque cualquier ciudadano que no sea experto en ropas religiosas difícilmente puede diferenciarlo de los sacerdotes católicos: cambia el color morado por el vinotinto y el dorado por el amarillo y en la sotana donde van diez botones, pone ocho. Así con sus nuevos disfraces no le podrán decir que viste igual que los curas.
Desde su impreso ataca ferozmente a la Iglesia católica apostólica romana original, y particularmente a sus obispos y a los periódicos católicos como “La Religión”, “El Diario Católico”, “La Columna”, El “Vigilante” y “La Razón”. La prensa dominada en ese entonces por comunistas y adecos tal como “Ultimas Noticias” y “El Nacional” se hacen eco de los ataques del periódico de Castillo.
Con los bolsillos de la sotana llenos de billetes provenientes del erario público recorre todo el país buscando reclutar curas y feligreses pero apenas conserva a sus tres acólitos iniciales, uno de los cuales (el sacerdote Luis Ramón Vives) sale electo diputado en las planchas de AD. Otro es el capellán del ejército el padre Francisco José Verde.
También viaja al extranjero donde se dice ser el representante de los católicos venezolanos. En Estados Unidos, Brasil y algunos países de Europa sostiene reuniones con representantes de grupos cismáticos y otras sectas. En Brasil estrecha relaciones con Carlos Duarte Costa, un “obispo” de una religión brasileña, excomulgado por la Iglesia Católica.
Pero en definitiva, poca es la receptividad que logra en los fieles venezolanos, que sólo aceptan a sus autoridades católicas, apostólicas romanas, salvo pocas excepciones.
El 8 de marzo de 1947, Castillo Méndez y los otros tres fundadores de la iglesia independiente venezolana fueron excomulgados formalmente de la Iglesia Católica Romana. Entre otras faltas han incurrido en sacrilegio, al realizar actos como la misa sin ser verdadero sacerdote, utilizar vestimentas simulando ser obispo, y violar todas las normas de la Iglesia Católica.
Así llega el 24 de noviembre de 1948 y un golpe de estado impecable y sin el derramamiento de una sola gota de sangre depone al gobierno adeco, de Rómulo Gallegos. A Castillo Méndez se le acaba la plata, el periódico y el apoyo a su armatoste eclesial que se viene abajo. No le queda más remedio que irse de Venezuela, ante el temor de quedar en la mira de la Seguridad Nacional.
EL PRIMER “PAPA” ADECO.
Castillo huye primeramente a Panamá, donde trata de instalar nuevamente su “iglesia”, pero se ve envuelto en varios escándalos. Se presenta como “arzobispo de Caracas en el exilio” y se ve involucrado en un caso de estafa. Luego trata de invadir una iglesia católica en una pequeña ciudad llamada Alcaldediaz, para instalarse allí y es denunciado y expulsado por los feligreses.
De Panamá escapa a Brasil. Allí está uno de sus inspiradores, un obispo expulsado de la iglesia católica que ha montado su tienda aparte, denominada “Iglesia Católica Apostólica Brasileña”. Se trata de una pequeña secta dentro del país con más católicos de todo el mundo; mientras la ICAB tiene 38 diócesis, la Iglesia Católica Apostólica Romana tiene más de cien mil. Es Carlos Duarte Costa, quien lo había designado como “obispo” seis meses antes del golpe que desalojó a los adecos del poder. En Brasil Duarte lo nombra obispo de su iglesia en Minas Gerais. Luego en Rió de Janeiro y después en 1960 en la nueva capital de Brasilia, cuando decide adoptar la ciudadanía brasileña. Desde Brasil viaja por diversas partes del mundo estrechando relaciones con otras iglesias o sectas de curas expulsados, y consigue nombramientos y jerarquías con las que finalmente satisface sus deseos. En Brasil, al morir Duarte Costa se convierte en cabeza de la llamada “Iglesia Católica Apostólica Brasileña” y se auto impone el título de “Patriarca” (equivalente a Papa) que ni siquiera sus antecesores brasileños osaron llevar. También fue el jefe nominal de Igrejas Catolicas Apostolicas Nacionales (ICAN) y la Comunidad Mundial de Iglesias Católicas Nacionales (WCCAC), que fueron intentos de formar una asociación internacional de minúsculas iglesias católicas independientes.
Murió hace exactamente diez años, en octubre de 2009.
EPILOGO I: OTRA PLATICA POR AMOR A DIOS
En 1975, ya Castillo Méndez es un anciano y vive en Brasil. En Venezuela está en el poder nuevamente Acción Democrática con Carlos Andrés Pérez como presidente. Es la época del boom petrolero, de la Democracia con Energía según algunos, y el Relajo con energía según otros. Hay dinero para repartir a diestra y siniestra. El anciano obispo se dirige desde Brasil a la dirección de cultos del Ministerio de Justicia. En ese tiempo el ministro es Armando Sánchez Bueno y le pide una pensión, recordándole al ministro los buenos viejos tiempos y sus servicios al “partido del pueblo”. En esa época el ministerio de justicia disponía de una asignación a cada legítimo obispo venezolano de dos mil bolívares mensuales. El compañero ministro dispone asignar una pensión a Castillo Méndez de un mil dólares mensuales. Nada malo. Más del doble de lo que se le asignaba a cualquier verdadero obispo venezolano. Así son las cosas, como diría Oscar Yanes.
EPILOGO II
La historia suele repetirse. En 2008 el gobierno revolucionario de ese entonces, se enfrentaba a la Iglesia Católica y atacaba a la enseñanza privada. Nuevamente el totalitarismo hacía presencia en Venezuela. Logran seducir a un cura católico y a dos pastores luteranos para que al amparo del “socialismo del siglo XXI” constituyan la “Iglesia Católica Venezolana Reformada”, la cual es presentada con bombos y platillos y tiene cobertura en los medios de comunicación oficiales. Pasan unos añitos. Muere el “comandante supremo de la revolución” y se disuelve en el olvido la “católica reformada” y sus tres curas rojos. Mientras tanto, la Iglesia Católica ya pasa de su segundo milenio.
- Nuestro agradecimiento al Prof. Pedro Itriago Camejo por la colaboración prestada para este artículo.
Referencias
- Bazo Canelón, Abelardo. “Los Obispos Venezolanos y el Socialismo en el Trienio Adeco” en REVISTA “EL DESAFIO DE LA HISTORIA” Nro. 35. Año 5
- Yanes, Oscar. “Amores de Ultima Página”. Edit. Planeta. 8va. Ed. Colombia. 1997
- Yépez Castillo Aureo. “La Universidad Católica Andrés Bello en el Marco Histórico Educativo de los Jesuitas en Venezuela”. Universidad Católica Andrés Bello. Caracas. 1994