¿Cómo fue la piratería en la Venezuela del siglo XVI? Parte III

El paisaje americano de los siglos de dominación hispánica fue uno rebosante de articulaciones casi románticas. Contrario a la percepción popular, perpetuada por una deficiente enseñanza sistemática de la Historia, la época colonial no fue –ni de cerca- una masa inerte de relaciones sociales que existió sin modificación alguna desde la culminación de la Conquista hasta el inicio de la Independencia, congelada en el tiempo, sin evolución, sin sucesos. Lo cierto es que la verdadera colonia es un tiempo de extremado dinamismo, repleto de aquellas configuraciones que suelen alimentar la epopeya en la literatura. El primer plano, de lucha entre civilización y barbarie, del hombre europeo contra el hombre americano y su naturaleza, se intercala pronto con un segundo plano de lucha imperial en el propio suelo americano, hombre europeo contra hombre europeo.

El primer plano se ve representado, principalmente, por la Conquista. De ella se habla bastante, aunque la información que se maneja suele ser cantidad sobre calidad. El segundo es menos discutido; es aquel plano que, abarcando cronológicamente desde inicios del siglo XVI (por lo cual se superpone con la Conquista) hasta finales del XVIII, se ve representado por las manifestaciones en las provincias americanas de guerras entre Estados imperiales europeos: España contra Francia, España contra Inglaterra, España contra Holanda. 

Batalla naval. Imagen referencial. 

Protagonistas indiscutibles de esta lucha imperial son los corsarios y piratas que plagaron las costas de las Indias, robando las posesiones de la Corona Hispánica a favor de sus naciones o por beneficio propio. Las actuaciones de esta particular clase de hombres han avivado la musa de artistas desde los propios tiempos en que sucedieron; sin embargo, suele pasarse por alto su componente de realidad y su significación política, militar, económica y social en aquel mundo de la Edad Moderna.  En el presente artículo daremos un recorrido por el mundo de la piratería y el corso en el contexto de América y Venezuela en el siglo XVI y algo del XVII. Por ser un texto de luengo considerable, hemos resuelto dividirlo en cuatro entregas, a saber:

  1. Vista general de la piratería.
  2. El predominio francés (1528-1567).
  3. El predominio inglés (1565-1617).  
  4. Los piratas de El Dorado (1595-1617).

III.  El predominio inglés (1565-1617)

Para el año de 1565 se inaugura el periodo de los perros del mar. Como podemos notar, se intercala con el periodo de los piratas de las perlas por espacio de unos dos años: en estos sucedieron quizá las más fieras incursiones francesas de aquel siglo, y las veremos en breve. Antes, debemos hacer un inciso para referirnos a uno de los actores más importantes de las Indias y quizá el mundo entero de aquellas décadas: John Hawkins, o Juan Anquines para los castellanos, «elegido del Todopoderoso» (según él mismo). Este hombre venía de una tradición familiar naval: su padre, William Hawkins, fue marino principal en la armada de Enrique VIII, parlamentario, alcalde de Plymouth y comandante de una notable expedición inglesa al Brasil de 1533.

Como vimos, Inglaterra venía violando el Tratado de Tordesillas desde 1500. Al igual que Francia, los ingleses no consideraron justa la exclusión del botín americano. Décadas más adelante, se suma el hecho de que -ellos, protestantes antipapistas- estaban siendo excluidos por decreto de nada más y nada menos que el Papa de Roma. Por ello (nuevamente, al igual que Francia), el Estado inglés financió expediciones y ofreció protección a piratas; más adelante, ya en guerra con España, expidieron corso en abundancia, lo que desembocó en el clímax de la Felicísima Armada en 1588. 

6. John Hawkins.

El tráfico de esclavos y su introducción por contrabando a las provincias españolas, ya practicado por los corsarios franceses, fue llevado por Inglaterra y en particular por John Hawkins a su máxima expresión. Con él se inaugura el conocido como «triángulo transatlántico»: el corsario salía de Inglaterra con mercaderías, se paraba en África a comprar o capturar esclavos, pasaba a los puertos de las Antillas o Tierrafirme a extorsionar y vender la mercadería y esclavos, y finalmente regresaba a Inglaterra a repetir la operación, dibujando en la travesía la forma de un triángulo.  

Sir John Hawkins (anónimo, 1581). 

En la primera aventura triangular (1562), Hawkins sale de Plymouth, para en el África portuguesa a robar esclavos y marfil, y pasa a La Española a vender y cambiar, obteniendo una ganancia de 40.000 libras. Pierde en ella, sin embargo, dos buques, embargados en Sevilla y Lisboa, donde cínicamente intentó vender lo canjeado en América. La Corona británica lo premia con la ostentación de la figura de un negro encadenado en su escudo de armas, y la fama que gana Hawkins es inmensa.

En 1564 arma una expedición grandísima: con inversión del almirante mayor lord Clinton y el almirante Robert Dudley, arriendan el enorme «Jesus of Lubeck», galeón de 700 toneladas propiedad de la mismísima reina Isabel, y arman el «Salomon», el «Tiger» y el «Swallow», de 140, 50 y 30 toneladas respectivamente. El embajador de España en Londres, Diego Guzmán de Silva, le escribe a Felipe II: «Dicen que Hawkins va a dirigirse a Guinea y que lleva veinticuatro piezas de artillería y ciento cuarenta hombres. Puse en guardia a la reina contra los peligros de malos procederes contra Vuestra Majestad. Ella me aseguró que no había ningún riesgo». 

Diego Guzmán de Silva, embajador en Gran Bretaña de Felipe II de España en 1564 (anónimo, s. XVI).after Unknown artist,print,

El 18 de octubre salen: en Sierra Leona cargan 500 negros y parten rumbo a la Margarita. Según es referido por Sparke, tripulante de la expedición, al llegar a la isla fueron recibidos cordialmente por el alcalde, mas el «gobernador» (probablemente el teniente, pues la gobernadora no residía en la isla) no quiso otorgarles licencia para comerciar, ni se les permitió el arriendo de un piloto local como guía; para más inri, despachó una nave para avisar inmediatamente a Santo Domingo, y la Audiencia de allí «[…] envió mensajes al Cabo de la Vela y a otros sitios de la costa, ordenándoles que por virtud de su autoridad y por la obediencia debida a su Príncipe, nadie debía traficar con nosotros, sino oponérsenos con toda la fuerza que pudiera». Sin nada que hacer en Margarita, Hawkins sale para Cumaná. Cuando llega (ya estamos en 1565 para este punto) encuentra unos pocos soldados recién llegados «sin dinero para comprar un negro», por lo que cambian baratijas inglesas por gallinas, papas y piñas con los indios.

El 3 de abril atracan en la Borburata, puerto principal de la Provincia de Venezuela desde su fundación en 1549, con excelentes aguas, tierra abundante y próspera en la que sustentarse y cercanía con minas de oro. Las condiciones favorables de la Borburata fueron una espada de doble filo: el puerto atrajo piratas por montones mientras estuvo poblado en el siglo XVI; ya en 1560 se reporta la presencia de contrabandistas cambiando negros y mercaderías por productos de los vecinos. 

Al llegar, Hawkins pide licencia para comerciar al teniente Antonio de Barrios y el contador Diego Ruíz de Vallejo, arguyendo que eran parte de la armada de Isabel, habían llegado a Borburata por accidente y, por la gran cantidad de soldados que llevaban, necesitaban aprovisionarse para continuar el viaje: mientras no tuvieran bastimentos, no podían partir. Envía entonces una carta al gobernador -que lo era el licenciado Bernáldez de Quirós «Ojo de Plata»- por medio del teniente Barrios, donde lo amenaza con graves repercusiones si no se les autoriza el comercio, firmada con el nombre de «Juan Anquines». Bernáldez queda, entonces, entre la espada y la pared. Si comercia, puede enfrentarse a un cargo de contrabando o incluso de cobardía (por el cual él mismo había imputado la pena de muerte a su antecesor, el licenciado Pablo Collado). Si no comercia, se tendrá que enfrentar a una fuerza militar que posiblemente no podrá derrotar.

Anquines y Bernáldez intercambian correspondencia por unos diez días. El gobernador decide trasladarse a la Borburata, a donde llega el 14 de abril, y consultar con el gobierno municipal la toma de una decisión. El inglés espeta que necesita vender urgentemente unos negros «muy flacos y enfermos» que carga, porque si no se le van a morir. Ante la presión, el gobierno accede y concede una licencia solamente a los vecinos más pobres para adquirir lo que se supone serían esclavos a muy bajo precio. Ante esto, Hawkins se altera y, mostrando las hojas de costos de la expedición, asegura que no puede bajar el precio de los esclavos y necesita utilidades en la venta, por lo que prefiere irse a otro sitio a venderlos. Bernáldez hace lo propio y exige 30 ducados de impuesto por cada negro, más el pago de siete y medio por ciento de almojarifazgo (derecho de importación). El inglés explota: rasga la hoja con la licencia, se va y saca una gran pieza de artillería de la Jesus of Lubeck en señal de guerra; el 16 de abril cae en Borburata con 100 soldados piqueros, arqueros y arcabuceros. Borburata primero se vacía, luego se dejan extorsionar. Hawkins recoge 12.520 pesos en la venta de 151 negros, paños y vinos; paga el almojarifazgo pero no los 30 ducados exigidos por el gobernador.

Marineros cobrando el salario (s. XVI). Imagen referencial.

De casualidad, en los días inmediatamente posteriores llega a Borburata otro corsario: Jean de Bontemps, o Juan Buentiempo, en un buque inglés de 150 toneladas llamado «Dragon Vert», de Newhaven. Los recién llegados saludan a los ingleses «a la manera naval» (disparando), y Bontemps sale a reunirse con Hawkins; al parecer se agradan mutuamente, y Bontemps baja sus mercancías para unirse al comercio. Y de casualidad también, en la noche del 3 de mayo 200 caribes canoeros intentan invadir Borburata, siendo, sin embargo, fácilmente combatidos por los castellanos y su cacique empalado. El 4 de mayo se va John Hawkins de Borburata (pronto volverán a verse), portando bajo el brazo una carta donde las autoridades de Venezuela lo reconocen como un «caballero muy noble y muy honrado» que no hizo daño alguno; esto probablemente como exigencia de la reina, quizá como prueba para el embajador español. En Curazao secuestra al gobernador Lázaro Bejarano para exigir el intercambio de negros por cueros y animales de la isla. 

Logrado esto, sale el 15 de mayo hacia Riohacha: allí logra el comercio, nuevamente, a través de la extorsión. En un principio, los castellanos se desplegaron militarmente sobre la ciudad. Hawkins los espantó con disparos de artillería. Luego del intercambio forzado, Hawkins exige, como en Borburata, un certificado de buena conducta, que –firmado el 30 de mayo por el escribiente Hernando de Heredia- dice así: «[…] el dicho capitán y la demás gente de su armada, contratando los esclavos y mercadurías que traían, guardando la paz y no la quebrantando ni haciendo agravio a persona ninguna, de ninguna calidad ni condición, en fe de lo cual, de pedimento del dicho señor Hanquines, capitán general de la dicha armada, di la presente fe y testimonio que es fecha en el Río de el hacha, miércoles cuatro horas de la tarde poco más o menos» (ortografía modernizada). 

Mapa de Venezuela, parte costera (c. 1570, Archivo General de Indias).

El 31 sale vía a La Española, rescata a unos franceses que se encontraban varados en Río de Mayo, y el 20 de septiembre de 1565 llega a Padstow, en Cornwall. El embajador español calcula las ganancias en 50.000 ducados de oro (cercano a 10 millones de euros actuales). La actuación de Hawkins, a pesar de estar avalada por la reina, puede considerarse piratería por hacerse en tiempos de paz. En Venezuela, las repercusiones del comercio ilegal con Hawkins llevan a que el gobernador Bernáldez sea enviado preso a España por su sucesor, el licenciado Ponce de León. En Madrid es condenado a pagar el valor de los productos y esclavos adquiridos a los ingleses.

7. Jean de Bontemps.

Bontemps, quien se encontró con Hawkins en Borburata, había arribado antes con nueve naves a Margarita, donde al parecer no comerciaron pero tampoco tuvieron mayores problemas, como le había pasado a Hawkins. En 1567 y 1570, la gobernadora de Margarita, Aldonza Manrique, sería acusada de haber comerciado con ellos dos, pero esto nunca se pudo comprobar y no se le destituyó del cargo; en cualquier caso, sería contradictorio con el relato de Sparke, donde se deja en claro que Hawkins no pudo comerciar en Margarita. Lo cierto es que Bontemps fue luego a Borburata, donde con ayuda de Hawkins vendió sus mercancías, reparó las naves y rescató provisiones para volverse a Francia. El de Bontemps es un acto de piratería porque se hizo también en tiempos de paz. 

Parece ser que las noticias de Venezuela de Bontemps causaron suficiente revuelo en Francia para que una oleada de bandidos se fuera a robar a Borburata: en 1567, Diego Ruiz de Vallejo -contador de la ciudad- asegura en un informe que para ese año habían atacado el puerto cinco armadas, y que algunas se quedaban atracadas tranquilamente en él por largo tiempo, sabiendo que los castellanos nada podían hacer contra ellos.

Ciudad de El Havre, en Francia (1583).

8. Jacques de Sores.

Aquel caótico año de 1567 –en que se fundaría Santiago de León- empieza fuerte con la expedición de un hugonote de La Rochela: Jacques Sores, o Santiago de Soria, o Santiago Dors.  Sores es protegido del almirante Gaspard de Coligny, líder del partido hugonote durante las Guerras de Religión, y viene precedido de una horripilante actuación como lugarteniente de François Le Clerq «Pata de Palo» en una escuadra de tres buques que arrasó Santiago de Cuba en 1554, Santa Marta en 1555, y La Habana ese mismo año.  Fray Pedro Simón afirma, y parece evidente por los hechos que veremos a continuación, que las expediciones de Sores estaban cargadas de un tremendo fervor y odio de carácter religioso: «herético coraje», lo llama el cronista. La Europa de la época era una batalla campal de católicos contra sectas protestantes, y  sectas protestantes peleando entre sí; el máximo exponente fueron las Guerras de Religión en Francia, una horrida serie de guerras civiles que enfrentaron a los nobles protestantes (apoyados por Inglaterra) contra la Liga Santa (nobles católicos apoyados por España y el Papado), devastando pueblos enteros y exacerbando un fanatismo religioso inusitado en los partidarios de ambos bandos.

En la invasión a La Habana, en venganza de la defensa que intentaron sus vecinos, el protestante Sores mata a 31 prisioneros españoles con sus propias manos y organiza un espectáculo sacrílego en la iglesia, donde sus hombres se disfrazan con los ropajes sagrados, llevan un cerdo hasta el altar, destruyen las imágenes de los santos y obligan a los sacerdotes a proferir blasfemias. Luego de la paz de Francia y España de 1559, Sores pide una patente de corso propia que no le es expedida, al parecer, por su comportamiento excesivamente anticatólico. Al hugonote parece importarle muy poco esto y sale de pirata rumbo al Caribe, con una armada de cinco naves. 

Para cuando atraca en Margarita, en una noche de inicios o mediados de 1567, ya había perdido cuatro naves en una tormenta. Sores cargaba de guía a un peculiar hombrecillo: Diego Pérez, supuestamente hijo de un sacerdote de Utrera, que había llegado a Indias huyendo de la justicia por el asesinato de su primera mujer; «facineroso, falso, fementido» (dice Juan de Castellanos), fue expulsado de Margarita a causa de su mal comportamiento por el teniente Diego Gómez y se pasó entonces a El Havre, puerto de Francia. Cuando los margariteños se acercan a la nave, Pérez les dice que vienen de Castilla y al día siguiente bajarán a comerciar vinos, frutas y otros productos. La noche se hace más profunda, y entonces bajan los franceses y el expatriado a descargar todo su odio. Así lo versa Juan de Castellanos (1589-1601):

«Veréis aquí y allí lucir espadas/De parte vencedores y vencidos,/Veréis salir señoras destocadas,/Y muchas sin reparo de vestidos;/Veréis otras mujeres abrazadas/Con padres o con hijos o maridos,/Este descalzo va y aquel desnudo,/Este pudo huir y aquel no pudo».

Jacques Sores saquea y quema La Habana (s. XVI).

Los franceses, apoderados del pueblo, piden rescate a cambio de no quemarlo y de dejar vivos a los prisioneros. Los pobres vecinos de Margarita negocian y finalmente Sores acepta irse a cambio de ganado y provisiones; se lleva un botín no muy abundante y, antes de partir, reduce la iglesia parroquial a cenizas. A los días atraca en Borburata, donde solo obtiene 1.000 pesos por el rescate que pide; en represalia baja a saquear el pueblo. Al obispo de Venezuela fray Pedro de Agreda, que casualmente se encontraba en el puerto, Sores personalmente lo asaltó para robarle todo lo que cargaba encima. Pasó luego a Santa Marta y Cartagena, donde igualmente no encontró resistencia, pidió rescate, y se ensañó contra los templos y sus sacerdotes. Vecinos huidos de Cartagena avisaron del ataque en Riohacha, donde la gente se apresuró a enterrar sus posesiones o esconderse con ellas en los montes. 

Cuando los franceses llegaron a Riohacha la encontraron medio desierta: allí sentaron al canónigo Diego de Loaces y a quien luego sería secretario del Nuevo Reino, Francisco Velásquez, con el expatriado Diego Pérez para negociar el rescate; finalmente los vecinos pagan, rascando de hasta debajo de las piedras, 4.500 castellanos. ¿La sorpresa? Diego Pérez los toma y huye por los montes. Sores, encolerizado, le ordena a Velásquez que envíe información a los pueblos vecinos para que Pérez sea detenido. A los días, harto ya de la espera, parte el hugonote llevándose al joven Velásquez de rehén: al parecer este muchacho español manejaba muy bien la oratoria, y fue pronto puesto en libertad. La libertad fue, en este caso, ser echado al mar en un batel a unas 20 leguas de la costa. De alguna forma se las arregló para volver a Riohacha, y ahí hizo esfuerzos conjuntos con las autoridades para capturar al Diego Pérez. De Sores se sabe que anduvo en correrías de menor importancia por el Caribe al menos hasta 1570.    

9. Piers de Barca.

De Borburata se va Jacques de Sores, y a Coro llega Piers de Barca. La ciudad de Coro había sido la capital de la Provincia de Venezuela durante el gobierno de los Bélzares (1528-1545), y ostentó catedral hasta bien entrado el siglo XVII, cuando la diócesis se muda a Caracas. Coro pronto pasó a ser capital de facto solo ocasionalmente, pues los gobernadores preferían residenciarse en El Tocuyo, Valencia, Barquisimeto y finalmente Caracas. Durante todo el siglo XVI fue una ciudad rematadamente pobre, compuesta de bohíos y una catedral de paja, de terreno estéril y clima malsano. Cuando Barca atraca en Coro, se apodera de una nave cargada de lanas y cuero: la usa como garantía para la venta de once negros, devuelve la nave (a la cual no le robó ni un clavo) y se va. 

Aldea colonial española (s. XVI). Imagen referencial.

10. Jean de Bontemps, otra vez.

Aquel año de 1567 no fue –como se hace evidente- pacífico para Venezuela. Juan Buentiempo volvió a Borburata con cuatro naves grandes y, casualmente, al día siguiente llegó al mismo puerto una armada comandada por John Lovell, en misión de Juan Anquines. Por pura casualidad, ingleses y franceses vuelven a coincidir exactamente en el mismo sitio, exactamente al mismo tiempo, con exactamente el mismo objetivo. Parece ser que no hay nada que una más a los piratas que su odio a España. En fin: la liga pirática manda a decirle al gobernador Ponce de León que venían a pedir licencia para vender 200 negros y otras mercaderías, y si se les concedía le iban a regalar a la Real Hacienda 100 negros más, valorados en 6.000 u 8.000 pesos. Como era de esperarse, el gobernador no otorga la licencia y, como era de esperarse aún más, los piratas se tornan violentos. Apresan a vecinos, dos mercaderes del Nuevo Reino y dos autoridades (el teniente Justo Desque y el alcalde Benavides); son liberados apenas cuando los mercaderes cambian 1.500 pesos por 26 esclavos. Los piratas se van, el gobierno confisca los negros y obliga a sus compradores a pagar impuesto y sanciones.  

11. John Lovell.

Cuando John Lovell se encuentra con Jean de Bontemps en Borburata por casualidad, lo hace en calidad de heraldo de John Hawkins. Este había preparado, a finales de 1566, una tercera incursión a las Indias; el embajador español, nuevamente enterado, presentó quejas ante Isabel y esta, como movida política para agradar a España, prohibió a Hawkins salir en expedición. Es fácil darse cuenta del carácter político y superficial de la movida cuando, bien no bajo la comandancia de Hawkins, la expedición igualmente zarpa de Plymouth el 9 de noviembre en tres naves: el «Powell», de 200 toneladas, el «Salomon», de 100, y el «Pasco», de 40; el almirante es el mencionado John Lovell y entre sus hombres carga a Francis Drake (para los castellanos, el Draque). Este muchacho, natural de Devon, de rubios cabellos, agudo ingenio y pasión rupestre por las artes, era sobrino y protegido de John Hawkins e hijo de un oficial de la Real Armada. Se iniciaba, con este viaje, en el negocio del tráfico esclavista y el corso; pocos años después, el Draque será el más grande enemigo de España, el azote de las Indias.

Sir Francis Drake (Marcus Gerards el Joven, 1591).

Parten de Plymouth, en Guinea se roban tres barcos cargados de esclavos, marfil, cera y azúcar, en el Atlántico roban dos navíos más, y por marzo o abril llegan a Margarita en ocho naves. Parece ser que ya en Margarita los ingleses se habrían topado con Bontemps, o eso es lo que menciona un informe de la Audiencia de Santo Domingo (14 de mayo de 1567), que además contiene las siguientes líneas: «[…] cierto es gran número de cosarios, el que por todas estas partes anda y tan firme de guerra, que pueden bien acometer a la flota que vendrá a Tierra Firme, y aun la que irá de Nueva España y hay necesidad que vuestra Majestad ponga en ello remedio, porque de otra manera nadie osará cargar y se enflaquecerá el comercio y ellos se reforzarán cada día más» (ortografía modernizada).  El 17 de abril Lovell llega a la Borburata y, como se dijo, pide una licencia de comercio para él y Bontemps. En la entrada anterior se refirió ya la conclusión de este episodio.

Salen para Curazao, donde pescan carne y cueros, y llegan a Riohacha el 18 de mayo, apenas diez días después de que Bontemps partiera del mismo sitio. Allí las autoridades no quisieron comerciar. O bien Lovell no tuvo los medios para obligarlos, o no quiso hacerlo. Según el cabildo de aquella ciudad informa el 23 de junio al rey, los ingleses, asediados por hambre y sed, se vieron obligados a echar «noventa o noventa y dos» esclavos a la otra margen del río y partir aquella misma noche. En La Española saquea un poco y compra cueros; en septiembre Lovell está en Plymouth, y su expedición puede considerarse un fracaso, según Britto García, quizá por el trato excesivamente inhumano hacia los esclavos, que obligó a los ingleses a deshacerse de muchos de ellos como «mercancía averiada».

12. Nicolás Valier.

Esta es la quinta invasión que sufren los venezolanos aquel año de 1567. Su comandante Valier, había salido del puerto de Dieppe con ocho naves cargadas de franceses y escoceses luteranos. En Borburata quiere comerciar y Ponce de León no lo permite: Valier saquea bienes, se roba la Caja Real, quema el pueblo y permanece tres meses en el puerto reparando los barcos. En Curazao roba algún ganado y el 8 de septiembre cae el hugonote sobre Coro con el propósito de cobrar su «herético coraje» en las personas del gobernador y el obispo Pedro de Agreda. Según Pedro Simón, el objetivo de Valier en Coro era más desquitar su odio contra España y la Iglesia, que saquearla: sin embargo, hizo un poco de las dos. Bajaron a primera hora del día; al que no pudo huir, lo pasaron por el cuchillo. Al obispo tuvieron tiempo de esconderlo en un monte y Ponce de León huyó en caballo a El Tocuyo; la catedral la desbarataron a tiros y cometieron todo tipo de vejaciones a los objetos de culto. A los vecinos que quedaron pidieron rescate para no quemar la ciudad, con lo que recogieron 3.000 pesos. Dejando la ciudad hecha añicos, después de cuatro días, Valier y sus hombres salen de Coro. El obispo dejaría constancia de todo aquello en un informe a Santo Domingo, donde afirma que muchos de estos piratas habían sido perseguidos de la Inquisición en Sevilla, y recomienda despoblar Curazao para no que los piratas no puedan avituallarse. Con esto termina aquel caótico año para Venezuela, y la etapa de predominio francés en la piratería.

Puerto de Dieppe (en Topographiae Galliae, 1655-1661).

Pasando a Inglaterra: las circunstancias políticas de la época, entre las que se incluía una terrible polarización religiosa, llevaron a Isabel a desarrollar un método de gobierno caracterizado por la indecisión, la variabilidad y la doble intencionalidad; al parecer, esto le funcionó a la perfección. No podía -o mejor dicho, no le hubiese servido- a Isabel ser una jefa de Estado con convicciones firme e invariables: lo que se hacía era lo que convenía en el momento. De esto se ve mucho en la política para con España. La guerra no se la haría de frente, como Francisco de Francia, sino que por debajo de la mesa: no mandarán a la Real Armada, sino que protegerán piratas y apoyarán a naciones enemigas de España mientras pretenden buenas intenciones frente a los embajadores del rey Felipe. España se harta, eventualmente, de esta guerra escondida y la lleva a guerra declarada, la Anglo-Española de 1585 a 1604. 

Inglaterra convirtió -como pudimos ver en las dos primeras expediciones de Hawkins- la piratería en una industria millonaria: entre 1570 y 1603, al parecer, unos 200 buques ingleses andan por el Caribe, Centroamérica y Venezuela, recogiendo sumas anuales de hasta 200.000 libras (número equivalente al alcanzado anteriormente por las importaciones inglesas en España). Francis Drake logra con sus expediciones que Inglaterra pague toda su deuda externa, además de invertir en la Compañía de las Indias Orientales y en la creación de la de las Indias Occidentales. Recordemos que, al poseer patentes de corso, los mayores ingresos de las expediciones eran para el Estado, y cuando eran piráticas, el bandido se veía obligado a pagar impuestos y cuotas. Mientras más crece el comercio entre Indias y la Península, más crece la piratería y el contrabando; los ministros de Felipe le aconsejan que apertreche una armada poderosa para defenderse. Así inauguramos el año de 1568.

«Retrato Darnley» de Isabel I de Inglaterra (anónimo, c. 1575).

13. John Hawkins, otra vez.

No había regresado Lovell cuando Hawkins preparaba ya la cuarta expedición: aderezados tenía el clásico «Jesus of Lubeck», y los principiantes «Minion», «William and John», «Swallow», «Judith» y «Angel», de 700, 300, 150, 100, 50 y 33 toneladas respectivamente. El embajador español ve como se vacía la Torre de Londres para armar la flota, y nuevamente presenta quejas ante Isabel. Ella y John Hawkins aseguran que la expedición no va a las Indias, sino que a explotar unas minas de oro recién descubiertas en África de las que han sido informados por desertores portugueses; antes de partir, Hawkins jura al embajador «que no iría a parte ninguna donde se hiciese deservicio al Rey de España». De igual forma, Guzmán de Silva no era estúpido y se dio cuenta del verdadero propósito de la expedición -según informa a Felipe- apenas vio que los ingleses embarcaban lienzos y paños. Esta expedición fue financiada por la reina en persona, los hermanos Hawkins y distinguidos caballeros como William Garrard, Rowland Hayward, William Winter, Lionel Bucket, el conde de Leicester, el de Pembroke, lord Clinton, William Chester, Gonson y Castlyn.

Parte de Plymouth el 2 de octubre de 1567 con 408 hombres. En Sierra Leona y Cabo Verde secuestra o compra cerca de 500 esclavos, integra dos buques de una flota francesa que por ahí andaba, y le otorga a su sobrino Drake la comandancia de un barco portugués robado y rebautizado como «Grace of God». El 29 de marzo está en Margarita, donde pide licencia para comerciar: al parecer no es bien recibido por las autoridades y no se le licencia, pero poco puede hacer el gobierno para evitar que los habitantes comercien. Cuando llega a Borburata, le escribe una carta a Ponce de León, que está en Barquisimeto, pidiéndole licencia para vender 60 negros y otras mercancías. El gobernador no la otorga y, por el contrario, habiéndose enterado días antes de la llegada de Hawkins, había obligado a cuatro mercaderes de El Tocuyo que estaban en Borburata a devolverse para que no pudieran comerciar. 

Sin embargo, el gobernador no tiene forma de evitar el comercio y los vecinos, probablemente bajo extorsión, adquieren unos 140 negros. No satisfecho con esto, Hawkins manda al capitán Robert Barret con 60 hombres a «buscar clientes» en Valencia y, supuestamente, localizar un «obispo» para que los «ayudase en cuestiones legales». (Llamarlo «obispo» es ignorancia de los ingleses: el único obispo de Venezuela era Pedro de Agreda y en ese momento estaba en Coro. Debían referirse a otro cargo eclesiástico). Al parecer, este clérigo y buena parte de los vecinos huyeron despavoridos de los ingleses, dejando atrás algunas posesiones y provisiones, que fueron saqueadas. El 1 de junio, abastecido de carne de Curazao, parte a Riohacha, donde es recibido a cañonazos: los piratas responden de igual forma, atravesando «la casa del gobernador» (tesorero del pueblo); los castellanos no pueden hacer más, y con ayuda de dos negros desertores que revelan las defensas del pueblo, los piratas desembarcan. 

Iglesia mayor de Valencia. Fuente: Correo de Lara.

Como siempre, extorsiona a la población con quemar todo si no se cumplen sus demandas. Reclama el precio de los esclavos desechados por Lovell el año anterior y, tras negociaciones nocturnas y escondidas, el tesorero accede a adquirir 60 esclavos con dinero del gobierno (lo cual se justificó ante la administración como «rescate de rehenes»), 20 por cuenta propia, y los vecinos adquieren en conjunto unos 150. Viendo buen resultado en el negocio, Hawkins deja de exigir el pago de los esclavos de Lovell y, más bien, obsequia al tesorero Miguel de Castellanos «un capotín de terciopelo con botones de oro y perlas y una turca de tafetán aforrada de martas». Los esclavos desertores son devueltos a los castellanos, que los descuartizan, y el tesorero será enjuiciado posteriormente por su actuación frente a los piratas.

Hawkins pasa por Santa Marta pero evita Cartagena. Mientras que el William and John se pierde y regresa solo a Inglaterra, en Cuba una tormenta daña al Jesus of Lubeck y el 16 de agosto se paran en San Juan de Ulúa, México, a repararlo. Coincide esto con el arribo de una flota de 11 buques españoles, donde viene el nuevo virrey Martín Enríquez de Almanza. Viendo la mala condición de la flota inglesa y la indefensión de la flota española (que venía prácticamente desarmada), ambas partes deciden negociar; no obstante, el 23 de septiembre sucede un episodio que impactará profundamente al joven Drake: los españoles súbitamente prenden fuego a dos de sus propias naves y las mandan contra los contrarios. Los ingleses saben que no tienen forma de evitar la propagación del fuego y entran en un terrible pánico: los de Castilla hunden al Angel, capturan al Swallow, desbaratan al Jesus of Lubeck, y el Judith, capitaneado por Drake, huye inmediatamente hacia Inglaterra. Hawkins traslada lo que puede al Minion y parte de las Indias, dejando atrás 114 soldados que mueren de fiebres, son asesinados por los indios o juzgados por la Inquisición. Solo tres de ellos vuelven a Inglaterra en 1569. Años después, Drake usará la táctica de los barcos incendiarios en contra de España.

Táctica del brulote o barcos incendiarios. Imagen referencial. 

Hawkins había perdido la mitad de sus naves y unos 300 hombres en total. Isabel está furiosa tanto con él como con España: en consecuencia, toma para sí el equivalente en oro de 80.000 libras, que habían sido robadas por piratas el 21 de diciembre de 1568 y procedían de una flota española en el Canal de la Mancha.  Ese dinero español estaba destinado a pagar a los mercenarios de la guerra en Flandes. En respuesta, el Duque de Alba incauta los bienes ingleses en los Países Bajos, e Inglaterra responde deteniendo al embajador español en Londres. Felipe no considera prudente iniciar una guerra aún, y hace lo posible para desescalar el conflicto; en efecto, aquella no iniciaría sino hacia veinte años en el futuro.

14. Ingleses en Cumaná.

Al mismo Diego Hernández de Serpa que combatió con ahincó a los piratas durante los primeros años de Nueva Cádiz, el rey concedió -en 1568- el gobierno y adelantamiento vitalicio de la Nueva Andalucía, una nueva provincia que comprendía lo que nosotros llamamos el Oriente de Venezuela. En 1569 el pueblo de Nueva Córdoba, que llevaba años asentado en aquel territorio, es reedificado como ciudad y rebautizado como Santa Inés de Cumaná: esta sería la capital de aquella provincia durante el resto de su historia, y constituye la fundación de la ciudad de Cumaná en la forma en que está asentada aún hoy en día. A principios de 1570 desembarcan en Cumaná 30 ingleses armados, que vienen en dos buques y una lancha. Ofrecen vender 200 varas de lienzo, dos quintales de pólvora y cuatro quintales de plomo. Los de Cumaná caen sobre ellos: matan a cuatro, hieren a doce y los obligan a retirarse.  

Piratas (s. XVI). Imagen referencial.

15.  Jean de Bontemps, otra vez, nuevamente. 

Juan de Buentiempo regresa a su ciudad adoptiva, Borburata, en 1570. Viene con nueve naves, y monta un astillero en el puerto del cual saldría una galera más: allí permanece meses. Los vecinos llevan años viviendo en caos, siendo aterrorizados, vejados y asesinados por invasores de toda clase. Ya no lo soportan más: durante la tercera incursión de Bontemps, la ciudad se despuebla de una vez y para siempre. Las protestas de Ponce de León -que argumenta la permanencia como necesaria para la defensa de Venezuela- y los proyectos de construir una fortaleza para revivir el pueblo son completamente inútiles. Garci Gonzáles de Silva habla en un informe de su participación en una campaña de la gobernación, destinada a combatir y expulsar un francés de Borburata; aunque no se menciona la fecha, se asume que se refiere a esta incursión de Bontemps. Parece ser que, una vez desaparecido su lugar favorito, nuestro querido bandido Jean de Bontemps no encuentra más razones para volver a la Provincia de Venezuela. La ciudad de Borburata, tan importante mientras existió, será pronto reemplazada por la de Caraballeda, que a su vez lo será por la de La Guaira.

16. Hermanos Winter.

En marzo de 1571 habían salido de Plymouth, enviadas por William y George Winter (socios de los Hawkins), tres naves. El 20 de julio tocan en Borburata, donde apenas encuentran gente: ahí ya no hay nada que comerciar, ni robar, ni destruir. En Jamaica queman un barco, y en Florida atacan el Fuerte de San Agustín. Esta expedición parece ser más advocada al terrorismo que al comercio. Para esta época, Inglaterra se dedicará a enviar incursiones a las Indias en venganza del desastre de Hawkins. 

17. Ingleses y franceses en Margarita.

En 1571 el licenciado Riego, de Margarita, escribe que por aquella isla pasa a aprovisionarse cuanto pirata busque adentrarse en las Indias. Al parecer, en un periodo de tres meses durante 1570, por la isla «[…] pasaron más de doce naos de ingleses luteranos y de franceses corsarios, los cuales vienen a estas partes cargados muchos de ellos de negros y todo género de mercancías, que venden a los vecinos comarcanos», según Antonio Luis de Cabrera (funcionario encargado de la defensa de Margarita frente a piratas) informa al rey. Al parecer, algunos funcionarios de la isla estaban prestos a comerciar con ellos, e incluso les ofrecían provisiones; hasta cierto punto, esto es lógico, pues se trataba de productos más baratos que los legales. Según el capitán Cabrera, los margariteños incluso reciben los productos fiados por hasta dos años y se comunican por carta con los vendedores en Francia, aunque esto suena exagerado.

Mapa de la isla Margarita (en «Descripciones geográficas e hidrográficas de muchas tierras y mares del Norte y Sur en las Indias…»; Nicolás de Cardona, 1632).

18. Caxim.

A inicios de 1571 pasó por Margarita uno en particular, francés de apellido Caxim (o Cayún), con una nao grande y dos lanchas, que intentó tomar un navío mercante que venía llegando a la isla. Cabrera decide aprovechar que tiene gente de la llegada con Serpa a Nueva Andalucía para castigar al pirata. Manda a un teniente suyo a ofrecerles comerciar con cañafístola (medicina preciada en la época), asegurándose de que a recogerla solo bajasen los de las lanchas. Aunque bajaron armados, al parecer Cabrera los pudo desbaratar, matando y capturando sin dar oportunidad de escape, recogiendo a su vez esclavos y mercaderías que fueron repartidas entre los soldados. No pasó lo mismo con la nao, que pudo huir, aunque fue perseguida por cierta distancia. Entre los piratas presos estuvo un «piloto español mulato», posteriormente ejecutado.

19. Jean de Bontemps, como de costumbre (aunque por vez última).

Ya Borburata no existe, por lo que Juan Buentiempo debe mudarse de barrio. El barrio que escoge es Margarita, donde al parecer pasó por 1571 con más pena que gloria, siendo repelido por Cabrera sin mayores detalles que ofrecer. Viendo que Margarita no lo quiere acoger, Bontemps pasa a Curazao, a donde llega el 4 de octubre con 70 hombres. Allí bajan y queman la iglesia: como si de Providencia se tratase, empieza a llover, imposibilitando a los franceses el uso de los arcabuces. Los vecinos atacan con espadas y desbaratan a los piratas. A Jean de Bontemps lo mata un indio de un flechazo en el cuello; un mal tiempo mató a Buentiempo. Así, ahora comprobadamente con más pena que gloria, murió el pirata francés Jean de Bontemps, o Juan de Buentiempo para sus conocidos de Venezuela. Los castellanos deciden cortarle la cabeza y mandarla a la Audiencia de Santo Domingo, donde fue expuesta como trofeo de guerra. 

20.  Piratas desconocidos en Coro.

En 1571, una flota de nacionalidad y tamaño desconocidos intenta atacar Coro, pero es repelida (al parecer sin muchas dificultades) por una fuerza al mando del gobernador Diego de Mazariego.

Ataque pirata (s. XVI). Imagen referencial.

21. Ingleses y franceses por el Oriente.

Para estos años, placeres perlíferos de la isla de Coche llevaban décadas siendo explotados, con sus tratantes radicados en Margarita o Cumaná. Su afluencia era mayor que la de Riohacha, haciendo que las autoridades de hacienda originalmente pertenecientes a Cubagua –y mudadas hacía tiempísimo a Nuestra Señora de los Remedios, como ya referimos- se pasaran a Margarita en 1576. La riqueza, como siempre, atrae a los piratas, y en este caso la situación empeora cuando consideramos la ya mencionada costumbre ente ingleses y franceses de arroparse en Margarita antes de correr a Tierrafirme. Para 1572 dos flotas piratas intentan tomar Margarita, siendo combatidas exitosamente por el capitán Domingo de Yvergoyen y Vera; además, tres naves francesas amenazan con atacar Cumaná, pero esto nunca sucede. Nuevamente, por provenir el relato de informes de gobierno provinciales, lo que sabemos de estos ataques es poco tirando a nada.  

22. John Oxenham.

En junio de 1576, pelean en aguas de Margarita la armada castellana de Juan de Eraso contra una escuadra de cinco naves inglesas, de las cuales una es destruida y las demás huyen. Aunque los documentos no dan cuenta del almirante inglés, se cree que se trataba de John Oxenham, quien había salido en abril de Plymouth con rumbo a Panamá, esperando recorrerla por tierra para llegar al Océano Pacífico y robar la plata del Perú que cargaban los navíos de la Armada del Mar del Sur. Oxenham hace desastres en Panamá y por el Mar del Sur, hasta que finalmente es combatido y capturado por un ejército del virrey del Perú. Todos los ingleses son condenados a muerte, excepto Oxenham –convertido al catolicismo- y unos pocos más; cuando Drake llega a atacar Indias en 1580 la sentencia es revertida y Oxenham es ejecutado.

Reino del Perú y Mar del Sur (Willem Blaeu, 1635).

23. Andrew Barker.

En Tenerife las autoridades habían confiscado una nave inglesa con cargamento de 1.700 libras esterlinas, propiedad del empresario Andrew Barker. Este decide que la cosa no se va a quedar así, por lo que él y unos socios invierten en aprestar dos naves piratas para robar y destruir en Indias, en retaliación del «agravio» cometido por España. En 1576 están en Trinidad, donde comercian con los indios, y en Margarita roban unos toneles de vino a un barco mercante. En Curazao se quedan un día, pero son atacados por una fuerza de indios y españoles, aunque ninguno muere. Luego pasan a la despoblada costa de Borburata, donde evidentemente no encuentran nada. Andan por Cabo de la Vela, Tolú y luego Panamá, robando cierto oro, plata y esmeraldas, así como libros y armas. En Honduras capturan a varios españoles y les dan rescate en oro, aunque muchos de los prisioneros son asesinados de igual forma. 

Conflictos entre Barker y sus hombres causan un motín: William Coxe se apodera de la expedición y abandona a Barker con unos pocos hombres en una isla de Honduras, donde los españoles los matan y exponen sus cabezas como premio de guerra. El propio Coxe volverá por poco a Inglaterra, aunque con la mayoría de los hombres muertos y la carga perdida en el camino. A su llegada, ya en 1577, es juzgado por su amotinamiento. La expedición de Barker, aunque relativamente inofensiva, lleva al rey a disponer la creación de «casas fuertes» en Margarita, donde pudiesen resguardarse los vecinos y los bienes de hacienda, lo que se sigue años después con el levantamiento de un fuerte y una armada que defendiese el comercio caribeño, además del abastecimiento de armas a los vecinos.

24. William Hawkins.

¿Se acuerdan de John Hawkins? Para este punto lleva años sin aparecerse por Venezuela. Pues el 3 de junio de 1583 aparece en Margarita su hermano mayor, William. Carga siete naves, y al llegar a Porlamar captura dos más. El gobernador Juan de Villandrando sale para La Asunción a buscar soldados, dejando a los de Porlamar al mando de Pedro de Biedma. Las fuerzas reunidas de La Asunción y Porlamar permanecen nueve días en pie de guerra, rechazando las autoridades regalos de los ingleses, consistiendo en telas con oro y bienes de lujo. Mientras se dan las negociaciones, los piratas mandan una escuadra a explotar perlas: entre esos hombres va Richard Hawkins, hijo de John. El gobernador no cede a comerciar y los ingleses se van. Pasan por Puerto Rico y para el 26 de noviembre están en Plymouth, con algunos bienes como plata, cuero y azúcar.  

Sir Richard Hawkins (anónimo, finales del s.XVI).

Para 1586, luego de años de tensiones (de las cuales la piratería juega una buena parte), Felipe II está apertrechando una armada de 141 naves y 20.000 hombres que, reunidos con otros 20.000 que tenía el Duque de Parma en Holanda (haciendo un total de 40.000), cruzarían el Canal de la Mancha para atacar a la «herética» Isabel I, obligándola a terminar la persecución contra el catolicismo en Inglaterra, a la par de exigir indemnizaciones y el cese del hostigamiento en Flandes y las Indias. Debido al tamaño de la empresa, el plan se filtra y empieza a circular traducido e impreso en la propia Londres: de ahí todo irá de mal en peor para España. Isabel decide tomar la delantera y en abril de 1587 manda a Drake a causar caos en las costas de la Península. Luego de retrasos e infortunios, la Felicísima Armada (usualmente conocida en la actualidad como «la Invencible») sale de La Coruña el 22 de julio de 1588.

La Felicísima Armada pasa por Plymouth mientras los ingleses despliegan la suya, de 221 naves. Al menos tres de los capitanes ingleses habían estado en Venezuela: John Hawkins, Francis Drake y William Winter. Por una semana los ingleses los persiguen y les destruyen dos naves.  En agosto los españoles no encuentran donde anclar, por lo que lo hacen en altamar, formando un grupo compacto fácilmente atacable. Drake recuerda algo que vio en México durante su juventud: las naves incendiarias. Las envía y los españoles huyen despavoridos, dispersándose y encallando muchas naves en la desesperación. Los ingleses aprovechan para abrir fuego. Los españoles pierden naves por montón: la expedición ha fracasado. Las que quedan llegan hasta Irlanda y Escocia, donde muchas resultan destruidas y sus tripulantes son masacrados en tierra. El 21 de septiembre llegan a España con 10.000 hombres menos. Nos encontramos ante la Guerra Anglo-Española.

La reina -ni corta, ni perezosa, y ahora sin nada que pretender ante España- suelta a la jauría corsaria en Indias: ojo, esta vez sí son legalmente corsarios, con patentes concedidas a cambio de presentar ante el Almirantazgo una fianza de 3.000 libras por cada nave. Entre 1589 y 1591, solamente dos años, unas 235 naves inglesas habrían pasado por América. Felipe responde para 1591 apertrechando la Armada del Mar Océano (el Caribe), de 21 naves y con 448 piezas de artillería, además de conceder patentes de corso para atacar puertos ingleses, sin cobrar el quinto real a las expediciones. Para Britto García, este periodo de corso correspondiente a la guerra es la segunda subdivisión del predominio inglés. 

Batalla de la Armada Invencible. Fuente: Wikipedia.

25. John Chidley y Francis Mangy.

John Chidley hace sociedad con Francis Mangy en 1589 para atacar el Perú, considerando que los españoles no esperarían un ataque en el Pacífico. El 8 de agosto salen de Plymouth con las naves «Wildman», «White Lion», «Robin» y «Wildman’s Club», pero rápidamente la expedición empieza a descalabrarse: la ruta al Perú por Cabo de Hornos es demasiado lejana. Mientras el Robin se regresa y naufraga, y el White Lion consigue volver a Inglaterra para enero de 1590, el Wildman y el Wildman’s Club deciden pasar al Caribe, parando en Trinidad (ocupada por los castellanos desde 1529, y que en pocos años pasará a la Gobernación de Guayana) a finales de 1589 o principios del año siguiente. Ahí probablemente reparan las naves e intentan comerciar, se asume que pacíficamente. Ya para junio de 1590 todas las naves están en Inglaterra, aunque ya vimos que la expedición fue un total fracaso. 

26.  John Myddelton.

En abril de 1592 sale John Myddelton con un buque de 50 toneladas, llamado «Moonshine», capturando luego uno de 30 en costas españolas. Cuando llegan a Margarita presencian inmediatas maniobras de defensa, por lo que desisten en atacarla. Cerca de Cartagena se unen con dos barcos de un Benjamin Wood para acosar un barco español. Los españoles encallan a propósito: los ingleses los abordan y son desbaratados, hundiéndose incluso el buque de 30 toneladas en el proceso.  Myddelton sigue con el buque que le queda por la costa un tiempo más, hasta que finalmente es capturado por las autoridades españolas.

27. Benjamin Wood.

Pocos días después que Myddelton, había salido Wood comandando el «Challenge», junto con las «Mineral», «Pilgrim» y «Flight», comandadas respectivamente por Richard Vavasour, Thomas Coche y Thomas Howard. Se aprovisionan en Trinidad, y en Margarita acosan un barco pesquero. Su dueño huye y responde con fuego desde tierra; los ingleses responden con artillería, roban el pescado y huyen. Cerca de Coro se dispersan por tormentas, y es por eso que dos de los barcos se topan con Myddelton. Tras el fracaso del ataque conjunto con Myddelton pasan a La Habana, donde son recibidos «con indiferencia», y para abril de 1593 están en Inglaterra. 

28. Inglés en Araya.

Un inglés desconocido anda en un buque por Tierrafirme en febrero de 1593. Con una chalupa persigue una piragua que viene saliendo de la pesquería perlera de Araya, pero desafortunadamente se topa con el gobernador Villandrando, que va con una escuadra para Margarita. Villandrando persigue la chalupa hasta el buque, donde logra matar a tiros a dos ingleses y herir a otros dos, haciéndolos huir.

Buque y embarcación pequeña. Imagen referencial.

29. James Lancaster.

El 10 de abril de 1591, George Raymond había salido de Plymouth con tres barcos en una expedición a las Indias Orientales. Ya en el Océano Índico un mal tiempo separa al «Edward Bonaventure», capitaneado por James Lancaster, de sus dos naves compañeras. Este atraviesa el Índico y el Pacífico, y ya en abril de 1593 está en el Atlántico. Un soldado que anduvo con Chidley le recomienda que pase por Trinidad a aprovisionarse y llega a la isla en junio, aunque ni ahí ni en Paria pueden abastecerse. Deciden pasar a una isla entre Puerto Rico y La Española, y con muchas dificultades llegan a Inglaterra para mayo de 1594.

30. John Burgh.

John, hijo de William Burgh, Lord de Gainsborough, sale de Inglaterra en marzo de 1593 con 400 hombres en ocho naves, siendo la almiranta el «Golden Dragon». El 22 de mayo caen en Pampatar, donde intentan desembarcar. En el puerto inmediatamente se dispara un cañonazo de aviso para La Asunción, y el gobernador alista milicias con las que acude a Pampatar: la artillería española le da a una nave corsaria y estos deciden desembarcar en otro sitio. El 23 de mayo desembarcan 100 soldados ingleses en el llamado Puerto del Tirano, y los castellanos (que son unos 50) deciden separarse en grupos para montarles una emboscada en la sabana de Guatamare; gritan «Santiago» a grandes voces para aparentar ser más y le prenden fuego al monte, matando a 16 ingleses. Los demás escapan a duras penas. 

Soldados españoles. Imagen referencial.

31. James Langton.

George Gifford, conde de Cumberland, financia una expedición constituida por 300 hombres en los barcos «Anthony», «Pilgrim» y «Discovery» (de 120, 100 y 12 toneladas), al mando de James Langton. Salen en junio de 1593, en agosto capturan y añaden a la armada una nave portuguesa, y poco tiempo después están en Margarita, donde pretenden asaltar rancherías de perlas. Dos rancherías las encuentran desiertas, hasta que capturan una piragua con un castellano y dos indios, que les indican donde encontrar una ranchería poblada. A esta llegan al anochecer, decidiendo que debían atacar por tres puntos para impedir la huida y reagrupación de los españoles. Según John Young, expedicionario, al caer sobre la ranchería los castellanos les pidieron que «dejaran la broma», pensando que era uno de los constantes simulacros del obsesivo gobernador. Cuando se dan cuenta de que no es una broma, ya es tarde. Los ingleses vacían el poblado, tomando unas 2.000 libras en perlas, aunque en medio de la confusión se les escapan el castellano y los indios secuestrados anteriormente. Temerosos de que pidan refuerzos, los ingleses llegan en sus naves hasta Porlamar: ahí los pobladores se ven abrumados por los corsarios y entregan un rescate de 2.000 ducados. 

El 4 de septiembre pasan por Nueva Andalucía, que ya estaba prevenida con hombres de Margarita y el apoyo de los indios locales. Intentan desembarcar en el Ancón de Refriegas, puerto de la salina de Araya, pero son rechazados. Al día siguiente intentan bajar en Puerto Ostias y son atacados por veinte hombres en una piragua: los ingleses buscan responder, pero se ven obligados a acercarse a la costa, recibiendo fuego combinado entre los soldados de esta y los de la piragua.  Los corsarios se van, recogiendo provisiones en Curazao para pasar a Riohacha, donde encontraron a la población armada y diciéndoles que habían ocultado todos sus bienes tierra adentro. Aquellos deciden no arriesgarse para tomar un pueblo vacío, por lo que sueltan unas cargas de artillería de represalia sobre los castellanos y se van a La Española, donde roban unas cargas, capturan una fragata y ganan un combate valiéndose de naves incendiarias. El 15 de mayo de 1594 están en Plymouth.

Discreción de la costa y el Ancón de Refriegas de las Salinas de Araya, y sitio donde se está haciendo el castillo (1624, Archivo General de Indias).

32. Ingleses en Margarita.

El 3 de noviembre de 1593 pasa por Margarita un buque inglés desconocido, aunque se cree que puede tratarse del Golden Dragon (en el que por esas fechas andaba John Burgh en las Indias, como mencionamos hace algunas entradas). El gobernador Villandrando sale a rechazarlo, aprovechando la presencia oportuna de una galera en la que andaba el gobernador de Cartagena Pedro de Acuña. En el transcurso del combate, un cañonazo mata a Juan Sarmiento de Villandrando y su cuerpo despedazado desaparece en el mar. Todos los atropellos de aquellos años llevan al rey a disponer en febrero de 1595 el pertrecho de una nave con 60 mosqueteros que escoltara a las lanchas de las pesquerías.

33. Ingleses en Margarita, nuevamente.

En 1594, tres naves inglesas intentan capturar el «buque de las perlas», con el que la Corona recoge periódicamente los quintos reales (impuestos, en este caso pagados en perlas) correspondientes a Margarita. Fracasan al ser acometidos por refuerzos de la isla, que cargan artillería y arcabuces. 

Pesca de perlas en Margarita (s. XVII). Imagen referencial.

No contento con la guerra con Inglaterra y la guerra civil en Flandes, Felipe II invade Francia en 1595. Tras la muerte del anterior Enrique III en 1588, el rey español había propuesto a su propia hija Clara Eugenia para el trono del país vecino. Por el contrario, quien llega a ostentar la corona es Enrique de Navarra, hugonote recién convertido al catolicismo. De ahí el ataque del rey Felipe, aunque la guerra es finalizada en 1598 por su sucesor, Felipe III. Esta guerra trajo como consecuencia una nueva oleada de corsarios y luego piratas franceses en las Indias que, extrañamente, no afectaría a Venezuela. Aquí siguen las jaurías inglesas motivadas por la guerra, aunque prontamente tendrán otra motivación, propia de su época, sí, pero en sumo ambiciosa, cuando no fantasiosa: dominar la Guayana para llegar a El Dorado. Entre 1594 y 1595 se fragua e inaugura, según Britto García, el periodo de los piratas de El Dorado.

Bibliografía:

Luis Britto García. Demonios del mar: piratas y corsarios en Venezuela, 1528-1727. Comisión Presidencial V Centenario de Venezuela, Caracas, 1998.

Hemerografía:

Alberto Calvo, Lourdes Fierro Bustillos, Maribel Espinoza. “Año 1571”. Cronología de Historia de Venezuela y Eventos Mundiales, Fundación Empresas Polar. URL= https://bibliofep.fundacionempresaspolar.org/_custom/static/cronologia_hv/zoom/s16/1571-1.html

Equipo editorial. “Ellos llegaron a Venezuela”. En: Piratas en las costas venezolanas (El Desafío de la Historia. Vol. 13, 2015). Caracas, Venezuela. 

Francisco Alejandro Vargas, Manuel Lucena Salmoral. “Corsarios”. Diccionario de Historia de Venezuela, Fundación Empresas Polar. URL= https://bibliofep.fundacionempresaspolar.org/dhv/entradas/c/corsarios/ 

Santiago Mendoza Dominguez
Santiago Mendoza Dominguez
Joven investigador de la historia de Occidente, con enfoque en la Edad Moderna (en general) y el periodo colonial de América (en particular). 1° lugar en la categoría de 4to-5to año en las Olimpiadas de Historia para Bachillerato 2024. Asignado a la carrera de Historia en la Universidad Central de Venezuela. «Amicus Plato, magis amica veritas».

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