Una de las muertes más polémicas ocurridas en el mundo político que vivieron nuestros padres fue la del dirigente del partido Unión Republicana Democrática (URD), Alirio Ugarte Pelayo.
Ugarte era hijo ilegítimo de un célebre guerrero enemigo de la tiranía de Juan Vicente Gómez, el general José Rafael Gabaldón, pero había sido adoptado por el matrimonio Ugarte Pelayo y por eso llevaba esos apellidos.
Ugarte Pelayo se vinculó a la vida política en los años cuarenta, tiempos de libertad y de la naciente democracia, cuando compartía sus actividades como escritor en la prensa de la época y en la universidad donde era catedrático de derecho. En los años cuarenta y cincuenta tuvo diversos cargos políticos, entre ellos llegó a ser hasta concejal, embajador y presidente de la cámara de diputados. Era de los más notables dirigentes del URD, el partido más importante después de AD y Copei en aquellos tiempos y cuyo líder fundamental era el legendario Jóvito Villalba.

Ugarte se perfilaba como la nueva figura central del partido, candidateable para las próximas elecciones, pero en abril de 1966, en una reñida confrontación interna, el partido lo suspendió de su militancia. Rompió con Jóvito, su antiguo mentor, y se enfrentaron públicamente, llegando a los insultos. Al poco tiempo anunció la creación de un nuevo partido político, ante su inminente expulsión del URD.
El jueves 19 de mayo de 1966 el dirigente había invitado a los periodistas a una rueda de prensa que daría en su casa, la Quinta Claudali en Los Chorros, Caracas, para anunciar el nuevo movimiento. La casa estaba llena de gente: periodistas y fotógrafos de prensa, radio y tv, amigos y curiosos.
Alirio, a quien notaron distante y preocupado, conversó informalmente con los presentes en el jardín, les dijo que esperaría a que llegaran todos y se retiró a su biblioteca. Detrás de él siguieron dos colaboradores, pero les pidió que lo dejaran solo, ya que quería hacer una llamada. Salieron y trancaron la puerta.

Pasó un cuarto de hora, alguien escuchó un golpe fuerte, pero no le dieron mayor atención. Alirio no salía, hasta que llegó un niño de la casa y dijo que había visto por la ventana de la biblioteca a su padre tirado en el suelo. Inmediatamente forzaron la puerta a patadas y encontraron al político en el piso, con un balazo en la sien derecha que lo atravesaba saliendo por la oreja izquierda, en un charco de sangre, pero todavía con vida. A su lado su revolver 38. Inmediatamente lo trasladaron a una clínica, donde los médicos luego de muchos esfuerzos por salvarle la vida, lo declararon muerto.

La noticia de la muerte del conocido político, uno de los más importantes del país causó una verdadera conmoción nacional. En un principio se dijo que era suicidio. El entierro de Ugarte fue uno de los más multitudinarios que se recuerdan en Caracas. Se decretó duelo oficial por tres días.

Pero ocho meses más tarde la muerte de Alirio Ugarte volvió a ser el tema más candente de la prensa: su esposa denunció que el hombre había sido asesinado.
La viuda dijo en una rueda de prensa convocada al efecto que siempre tuvo la convicción de que su marido no se había suicidado, pero que antes no lo había hecho publico porque carecía de pruebas, pero ahora presentaba una prueba de parafina de la PTJ (experticia en las manos que señalaba no haber rastros de pólvora), otra experticia que señalaba que no había tampoco rastros de pólvora en la piel de la cabeza, lo que indicaría que el tiro no se hizo de cerca, sino a distancia. También alegó el hecho de que no se escuchó el disparo dentro de la casa. Entonces ella sostenía que otra persona había hecho el tiro, desde fuera de la morada.
Toda la prensa se hizo eco de la denuncia, que tomó características de escándalo. El fiscal general dijo que ordenaría profundizar la investigación que estaba a punto de ser cerrada.

Por su parte los directivos de la entonces novel PTJ, explicaron que hay casos en los que no quedan rastros de las trazas de disparo en las manos y que por lo tanto no salen con la prueba de la parafina. También explicaron que cuando el disparo se hace con el cañón firmemente apoyado contra el cráneo no queda restos de pólvora en la piel (el llamado tatuaje), porque toda la pólvora entra en el cráneo, inmediatamente detrás de la bala. Por lo menos eso es lo que sostenían los criminalistas de los años sesenta.
Los múltiples testigos presentes en la casa y sus alrededores dijeron que no vieron a nadie sospechoso en las inmediaciones. Allegados dijeron que no dormía bien y que tomaba pastillas para los nervios, que se le veía cansado y triste.
Muchas teorías se barajaron en cuanto a un posible móvil del suicidio: Si es que hubo la llamada telefónica, por medio de ella trataron de chantajearlo y eso desencadenó su muerte. Otros dicen que fue todo una puesta en escena, del hombre decepcionado de la política y especialmente de su partido, que quiso morir de una manera teatral. Ugarte le dijo un periodista que quiso entrevistarlo antes de la rueda de prensa:
«Este es un país urgido del sacrificio de sus mejores hombres, para poder realizar ese gran cambio que todos los venezolanos desde los más poderosos hasta los más humildes esperan».
Su primo, el doctor Orlando Tovar, presente en el lugar de la tragedia dijo:
“Este es el producto de la injusticia. Alirio ha dejado una última lección: Retirarse antes de dividir”
El psiquiatra Abel Méndez, amigo de Alirio desde tiempos de estudiantes dijo a El Nacional:
“La depresión de Alirio tenía por lo menos dos meses. Me preocupó sobremanera su abatimiento. Para el deprimido la voluntad de morir es poderosa”
Ni la viuda ni nadie aportó mayores pruebas de un homicidio. El caso quedó cerrado como suicidio, pero siempre quedó un manto de duda sobre la muerte de este líder.

Referencias:
- REVISTA ELITE Nro. 2163, Caracas 11 de marzo de 1967
- Rivas Rivas, José, Historia Gráfica de Venezuela . Eidición digital. Primer gobierno de Raúl Leoni. Primera Parte. (1963-1966)