El siglo XX, marcado por permanentes conflagraciones políticas y convulsiones sociales fue el escenario de la vida de Elena Quintero, una activista política de izquierda, arrastrada por los turbulentos acontecimientos de su época.
El 24 de junio de 1976, en medio de la represión política contra la izquierda radical en Uruguay, fue detenida en su apartamento y trasladada a un centro de tortura. Cuatro días después logro escapar de las autoridades. Convenció a quienes custodiaban su celda que debía encontrarse con un compañero para entregarle información, fijando como punto de encuentro el Bulevar Artigas, estratégicamente cercano a la embajada de Venezuela.
La mañana del 28 de junio, Quintero fue conducida al lugar indicado. Bajo estrecha vigilancia, se aproximó al supuesto punto de encuentro. Aprovechando una distracción corrió y salto un muro buscando refugio en los jardines de la embajada venezolana en Montevideo. Sin embargo, los cuerpos de seguridad la alcanzaron rápidamente, irrumpiendo en el recinto diplomático.
Ante este hecho, el embajador venezolano en Uruguay, Julio Ramos, presentó una inmediata protesta ante la Cancillería uruguaya, denunciando el secuestro de Elena Quinteros en territorio venezolano y exigiendo a las autoridades uruguayas que garantizaran la vida de la militante del partido por la victoria del pueblo.
No obstante, la tensión escalo cuando el Consejo de Seguridad Nacional uruguayo, dos días después de los hechos, se negó a entregar a Elena Quinteros, quien presuntamente murió poco después de ser recapturada. Esta decisión, tomada en un contexto de creciente represión política en Uruguay, provocó una ruptura en las relaciones diplomáticas entre ambos países como una reacción de protesta del gobierno venezolano presidido por el expresidente Carlos Andrés Pérez.
Las relaciones diplomáticas se restablecieron en 1985, con la consolidación de un nuevo gobierno en la República de Uruguay.