Se está cumpliendo en estos días de septiembre un aniversario más de uno de los hechos que más conmocionaron a la Caracas de hace cien años: El alevoso asesinato del concejal Enrique Chaumer.
Enrique Chaumer era un pequeño industrial propietario de una sastrería en el centro de la ciudad. Su actividad comercial la compartía con sus inquietudes cívicas, políticas y gremiales: había sido diputado y para septiembre de 1909 fue elegido como concejal del Distrito Federal. Era un caballero de intachable reputación reconocido por su bonhomía por todos los sectores de la sociedad. Cumplía su función de concejal atendiendo a cualquier hora a las solicitudes y necesidades de los vecinos.
Era la época del primer año de la dominación del país por parte de Juan Vicente Gómez. Todavía la sociedad venezolana no había entendido en manos de quién estaba.
Un nuevo Concejo Municipal había sido designado. Los concejales fueron: el propio Chaumer y Felipe Francia, José Antonio Mosquera, John Boulton, Elías Michelena, F. Tosta García, Federico Rivero Escudero, Agustín Aveledo, Carlos Zuloaga, Enrique Eraso, Luis A. Castillo, José Rafael Pérez, Raimundo Fonseca, Eduardo Montauban, Juan B. Bance, Jerónimo Martínez Mendoza, Félix Rivas, Lucas Ramella Manuel Hernáiz y Pedro Palacios. Todos probos representantes de distintos sectores de la ciudad.
El nuevo Concejo quiso inquirir en qué estado estaban las rentas municipales para conocer qué obras se podrían ejecutar, y saber cómo se estaba empleando el presupuesto actual. Para tal fin se designó una comisión de Hacienda integrada por Chaumer y otros concejales. La comisión se trasladó a las oficinas del Administrador Municipal, Eleuterio García, para cumplir con su misión, pero cual fue la sorpresa de los concejales cuando García les manifestó que no tenía libros de contabilidad para mostrar y que sólo había un cuaderno de cuentas, del que en presencia de los concejales arrancó unas hojas y se las metió en el bolsillo.
En vista de esta situación el Concejo Municipal destituyó a García y nombró como nuevo Administrador Municipal a Vicente Marturet, quien a su vez informó a la Asamblea:
“La manera de llevar las cuentas era arbitraria la falta de control, es absoluta… la falta de Libros reglamentarios impide recoger elementos para un balance demostrativo del verdadero
estado de las Rentas. No hay ninguna contabilidad no hay libro de Balances, ni libro mayor, no hay nada,.”
La comisión rinde su informe y denuncia la sustracción de las hojas del cuadernito. Chaumer, quien ha sido en todo momento la voz cantante, solicita que se abra una averiguación penal y que se castigue a los culpables.
La situación del Municipio es angustiosa; no había dinero para pagar los suelditos de los funcionarios ni para la ejecución de las obras. El Concejo acuerda pedir un empréstito al gobierno nacional para pagar las deudas. Y se produce un escándalo en la ciudad por el tremendo desfalco de las arcas municipales.
¿Pero quién era el anterior administrador?
Se trataba de Eleuterio García, un joven impuesto por la voluntad del presidente Juan Vicente Gómez y por añadidura primo suyo. Eleuterio era sobrino de José Rosario García, quien a su vez era el tío colombiano y mentor de Gómez.
EL ASESINATO
El 24 de septiembre Enrique Chaumer se encuentra caminando tranquilamente en pleno centro, de Carmelitas a Conde, cuando intempestivamente de un carruaje baja Eleuterio García, quien sin decir palabra y ante infinidad de testigos dispar un revólver contra Chaumer, quien cae al piso bañado en sangre. Las jovencitas del Externado del Colegio San José de Tarbes tratan de socorrerlo, pero ya está muerto. Algunas personas gritan y señalan al asesino. Este, temiendo ser agredido por la gente huye despavorido hasta el Cuartel de Policía donde pide que le den protección de la muchedumbre. Allí lo dejan detenido, pero dice con burla:
-No duraré mucho tiempo tras los barrotes.
EL ENTIERRO
El sepelio de Chaumer fuer una multitudinaria demostración de pesar. Pocas veces se había visto en Caracas un sepelio tan concurrido. La urna fue llevada en hombros por ciudadanos de distintas clases sociales y actividades. El Concejo Municipal del Distrito Federal decretó duelo público y se le rindieron honores oficiales.
“El Cojo Ilustrado” publicó:
“La trágica muerte del señor Henrique Chaumer produjo honda impresión de pesar en el ánimo de nuestra sociedad. Era el señor Chaumer de todos apreciado por sus excelentes prendas de honradez, laboriosidad y cultura. Comerciante honorable, funcionario integro, publicista capaz e ilustrado, conquistó por sus propios y constantes esfuerzos puestos siempre al servicio de probos anhelos e ideales honrados, la estimación con que le distinguían sus compatriotas.”
En el cementerio, durante el acto del sepelio, tomaron la palabra algunos amigos y ciudadanos representantes de la sociedad, entre ellos Juan B. Bance, Daniel Rodríguez, Pedro I. Coll Alcalá, J. M. Olivo Martínez, Arismendi Lairet. Hablaron de las condiciones del concejal asesinado, de la honradez de los funcionarios públicos, de las virtudes ciudadanas y de la justicia.
No habían terminado los sepultureros de cubrir la tumba cuando se presentaron sendos pelotones de “la Sagrada” a buscar a los oradores. Los llevaron a empellones a la Rotunda. De allí fueron trasladados al Castillo de Puerto Cabello, donde pasaron más de tres años con grillos en sus tobillos.
¿Y el corrupto asesino? Bien gracias. El tribunal controlado por Gómez declaró a Eleuterio García “inocente”. Gómez le dio un cargo público en Puerto Cabello para que se fuera de Caracas.
Por eso decían que el lema de Gómez era Paz (en el cementerio), orden (en las cárceles) y trabajo (en las carreteras). El caso Chaumer-García no fue una excepción, no fue ni el primero, ni el último, sino fue más bien un ejemplo de los crímenes que ocurrieron durante aquellos años. El terror se había adueñado de Venezuela.
Enrique Chaumer es un emblema de la pulcritud de los funcionarios públicos. Su memoria y su ejemplo no deben ser olvidados. Son el ejemplo de la Venezuela decente que se levanta en contra de las tiranías y vagabunderías. Hoy cuando tantos aceptan la corrupción como “lo normal” hay que recordarles que no se puede aceptar la corrupción, ya que esta aberración acaba con la sociedad.
Referencias:
ARÉVALO GONZÁLEZ, RAFAEL. Una vida rotunda – Memorias. Producciones A 4 MANOS
Franceschi, Napoleón. EL GOBIERNO DE JUAN VICENTE GÓMEZ 1908-1914, Caracas 2001
Lavin, John. ”Una Aureola para Gómez” Distribuidora Continental. Caracas. 1950
Revista “EL COJO ILUSTRADO” Nro. 826 Octubre de 1909
Revista “Repertorio Americano” Nro. 18. San José de Costa Rica. 1937