La creencia de la época era que la soberanía de la monarquía se detenta por derecho divino porque Dios lo ha querido. La desacralización de la monarquía y convertir al rey en un ser humano cualquiera, es lo que se propusieron los revolucionarios que van a buscar distintos tipos de argumentaciones para demostrar que el rey es un ser normal.
Había que vincular la monarquía con la inmoralidad para lograr la transferencia de soberanía del rey al pueblo, a los ciudadanos. Esa fue la empresa de los independentistas revolucionarios.
Igualmente, hay una convicción afianzada entre 1810 y 1811 en establecer que donde hay herencia no hay república. En la construcción de la república, los primeros constituyentistas lo interpretan de esa forma, lo cual chocó más adelante con la propuesta de Bolívar en el Congreso de Angostura en cuanto a la presidencia vitalicia y hereditaria. Era caer en una contradicción en la formación de la república.
Así el desprecio de la monarquía se democratizó. Juan Germán Roscio escribiría incluso que Dios no aprobaba la monarquía. Posteriormente, los revolucionarios como el propio Roscio, Yánez y Sanz entendieron muy bien que el insulto era un medio para destruir el simbolismo de rey, para así llegar a un sector de la población.
Algo atractivo para los blancos criollos fue tener una democracia aristocrática, la ruptura del poder colonial pero mantener el poder social, para una república aristocrática, y de esta forma los mantuanos mantener la autoridad. Contra ello se opusieron los independentistas por lo que se determinó que la república sería sólo una parte de la población (nobles y ricos de la sociedad), y que sólo debe haber una república democrática donde toda la soberanía recae en manos del pueblo. También se observa en el seno del Congreso de 1811 con Fernando Peñalver, por lo que había que cerrar el camino a ésa república aristocrática ni vitalicia o hereditaria como eran los deseos del Libertador en 1819 y en 1826.
En distintos papeles públicos aparecen artículos sobre la forma de gobierno, demostrando que los conceptos de democracia y república eran conocidos o por lo menos podían encontrarlos públicamente. Se encuentran distintas maneras de articular las formas políticas como el republicanismo clásico de Aristóteles y otros pensadores.
La base de una república como democracia se plantea en cuatro principios: popular (elegido por el pueblo), colectivo (en manos de una agrupación de personas representantes del pueblo), electivo (no vitalicio ni hereditario), y alternativo (no puede haber democracia ni república sin rotación de los magistrados). Hay otra forma de entender la democracia, en la cual todo el pueblo participa en los asuntos públicos. Los ciudadanos al no poder atender la política por sus asuntos particulares, seden la facultad de su representación en los diputados, es la base del republicanismo comercial y en el republicanismo clásico. La democracia es un gobierno de representación.
Ya en 1812 aparecen en la Gaceta de Caracas artículos de William Burke, irlandés que viene con Miranda, explicando la diferencia entre democracia (gobierno donde todo el pueblo participa directamente en la deliberación y decisión de los asuntos públicos), la república que es un gobierno de representación.
Francisco Javier Yánes en 1825 para evitar la confusión añadió otros adjetivos más, como lo son electivo, representativo, colectivo, alternativo y responsivo. Esta fórmula es la que se adoptará para lo que será una república, y así se consolidará para la Constitución de 1830 en contra de lo planteado por Bolívar.
Se concluye que el proceso de Independencia de Venezuela fue también, una revolución de carácter intelectual en pro de la formación de formas de gobierno republicano.