Las crónicas o historias de los hechos ocurridos en nuestro país antes de la independencia son poco comentadas y menos conocidas, pero durante aquellos 300 años antes de 1810 ocurrieron una gran cantidad de hechos extraordinarios protagonizados por nuestros padres creadores de la nacionalidad, aquellos hombres que vinieron a fundar lo que bautizaron como Venezuela.
Entre esos hechos tenemos algunas acciones bélicas, en las que los españoles que habían hecho suya esta tierra y sus descendientes los criollos hicieron frente a potencias extranjeras que querían apoderarse de la Provincia de Venezuela.
Para 1743 Gran Bretaña se encontraba en guerra contra España y ambicionaba arrebatarle sus colonias en el Caribe. Es así que envía una poderosa flota al mando del Almirante Charles Knowles en contra de las costas de Venezuela. En marzo los británicos son rechazados en su ataque a La Guaira, entonces la flota real británica se refugia en Curazao, donde repara sus naves, reemplaza sus bajas y ahora arremete contra Puerto Cabello iniciando el ataque el 26 de Abril. Es una tremenda batalla que durará veinte días. Las crónicas e informes oficiales tanto españoles como británicos subsisten en los archivos y nos relatan detalladamente como ocurrieron los hechos.
Ante una confusión que es bastante común, consideramos necesario aclarar, que la flota de Knowles era la marina real británica. No se trataba de piratas, eran buques oficiales que enarbolaban el pabellón británico y representaban oficialmente a esa nación, en guerra con España. Los piratas son otra cosa que nada tienen que ver con este relato.
Por aquellos días era Capitán General de Venezuela era un excepcional militar vasco Gabriel de Zuloaga, quien había llegado al país seis años antes. Zuloaga era un soldado de gran visión y tremendo estratega. Tan pronto tomó su cargo dirigió sus esfuerzos a fomentar las obras de fortificación de La Guaira y Puerto Cabello, creando un sistema de defensas portuarias casi inexpugnables.
Se debe recordar que en aquellos días todo el comercio desde y hacia Venezuela estaba controlado por una empresa vasca conocida como la “Compañía Guipuzcoana”, lo que molestaba a los comerciantes y contrabandistas ingleses. Además, todo esto era necesario en vista de que en aquellos tiempos España estaba en guerra con Inglaterra, potencia que merodeaba con sus naves por el Caribe asechando para tratar de arrebatar a Castilla alguna de sus colonias.
En el caso concreto del Castillo San Felipe de Puerto Cabello (conocido posteriormente como Castillo Libertador), esta construcción se había iniciado años antes con varios tropiezos y Zuloaga se dedicó a ponerla a punto. Entre las mejoras de las fortificaciones estaban la instalación de nuevos cañones de mayor calibre que los que se tuvieron originalmente. Asimismo se prepararon empalizadas para detener a la infantería que pudiera desembarcar También llegaron al Puerto dos regimientos de tropas veteranas de España, que se sumaron a las milicias criollas de la guarnición.
Mientras el comodoro Knowles reparaba sus naves en Curazao y reclutaba personal para sustituir las bajas sufridas en La Guaira, envió mensajeros secretos a Puerto Cabello con un manifiesto dirigido a los habitantes de la provincia en el que ofrecía asegurar el libre comercio, expulsando a la Compañía Guipuzcoana, que era supuestamente era la razón de su incursión, les garantizaba continuar profesando su religión con sus propias autoridades eclesiásticas y que tendrían libertad de movimiento. También ofrecía unas recompensas por cada funcionario de la Guipuzcoana que le entregaran. Finalmente también ofrecían la libertad para los indios, negros y mulatos que colaboraran con los ingleses. Nadie se interesó por la oferta de Knowles y los manifiestos terminaron en manos de las autoridades porteñas.
El ataque
La tarde del 26 de abril aparecieron en el horizonte del mar porteño los primeros buques ingleses, de una flota de un total de veintidós naves atacantes y al poco tiempo iniciaron el bombardeo. La defensa terrestre de nuestro puerto la comandaban Manuel de Agreda y Juan Ferrer. También el capitán Martín de Sansinea, jefe de los Guardacostas de la Compañía Guipuzcoana, comandaba la parte naval, ya que era el comandante del “corso de la guipuzcoana” , que es algo así como lo que llamamos hoy guardacostas. Mas tarde, ya en mayo, llegaría el propio Gabriel de Zuloaga a supervisar la defensa.
La escuadra británica estaba compuesta por 22 naves de distintos tamaños: El navío de 70 cañones HMS Suffolk, que en las crónicas españolas llaman “la nave almiranta”, por suponer que el comandante de la flota va en esta, los navíos de 50 cañones “Norwich y HMS Assistence, el navío de 40 cañones HMS Eltham, el navío de 24 cañones HMS Scarborroug, el navío de 20 cañones HMS Lively, la corbeta de 14 cañones HMS Othery el buque de 8 bombardas HMS Comet. Además de 13 embarcaciones de diferentes portes y armamento para apoyo y transporte. Las tropas británicas embarcadas alcanzaban a unos cuatro mil, entre marineros y la infantería de marina. Era una fuerza verdaderamente extraordinaria: más de 300 piezas de artillería de todos los calibres que bombardeaban Puerto Cabello.
Algunos de los términos no son conocidos por todos: así por ejemplo “HMS” (“His/Her Majesty’s Ship) que se antepone a cualquier buque británico de guerra, traduce algo así como “buque de su Majestad”, bombarda es un barco especialmente utilizado para asediar fortalezas o castillos, que tiene por armamento no los cañones que disparan horizontalmente, sino morteros que disparan hacia arriba, de manera que el proyectil hace una parábola y caen tras las murallas del castillo.
Por su parte los defensores serían uno dos mil, entre las tropas enviadas desde España y las milicias criollas. También estaban las fragatas “Nuestra Señora de Coro”, “Teresa” y “San Sebastian”. Los primeros bombardeos los realizó la bombarda “Comet”, para tratar de “ablandar” las defensas del Castillo San Felipe contra el que lanza 16 grandas, a lo que al día siguiente se unieron otros tres buques: Norwich, Eltham y Lively, que en total sumaban unos ciento veinte cañones, lanzando bombas y granadas explosivas sobre los defensores.
En el castillo San Felipe resultó destruido un cañón y murieron tres hombres y resultaron heridos otros tantos. También dos presos que estaban en un calabozo resultaron muertos al caerles una bomba. Al contestar el fuego desde el castillo una de las naves inglesas recibió varios impactos y se tuvo que retirar, lo que hicieron las otras al llegar la noche.
Casi llegando la medianoche desembarcaron para apoderarse de las baterías de Punta Brava unos mil quinientos ingleses comandados por el mayor Lucas, pero los estaba recibiendo Martin de Sansinea con dos pequeños cañones y apenas un puñado de aguerridos soldados quien los destroza y pone en desordenada fuga; el desorden de los ingleses fue tal, que los de la retaguardia dispararon en contra de los de la vanguardia que huían, dejando varios muertos en la playa, así como armas diversas y cinco prisioneros.
Los tres días posteriores continuaron los bombardeos sin mayores consecuencias, a excepción de dos soldados que murieron en el castillo y el ingeniero Juan de Gayango, uno de los constructores de la fortaleza, que resultó herido al caerle una pared encima. El 2 de mayo llegó el gobernador Gabriel de Zuloaga con más refuerzos: tres compañías de soldados peninsulares y un batallón de milicianos criollos, pero al otro día resultó herido en una pierna durante los incesantes bombardeos y quedó fuera de combate por varios días.
Para el día 5 de mayo se intensificó el combate: el bombardeo era mutuo. Knowles trataba de hacer el asalto definitivo. En el Castillo San Felipe murieron 15 soldados y uno de los barcos atacantes se tuvo que retirar seriamente cañoneado. Prácticamente todos los buques ingleses atacaban simultáneamente, unos al castillo y los otros a los demás baluartes de la defensa. Los cañones del Castillo San Felipe y los baluartes de Punta Brava hacían estragos sobre la flota invasora, a los barcos ingleses les llovía el hierro colado español, caían los mástiles y se rasgaban las velas.
Al penetrar las bolas de cañón por las cubiertas de madera de los barcos ingleses astillaban el casco y a su vez los trozos de madera se convertían en proyectiles que despedazaban a los marinos. El Norwich acompañado de una de las naves menores destinó sus 50 cañones a tratar de destruir las baterías de Punta Brava, pero los nuestros respondieron bravamente el ataque, acertando 87 cañonazos en el costado del buque y destrozándole los mástiles y las velas. Tuvo que ser remolcado por otros barcos mientras recogían a los treinta y cinco muertos regados por el puente y las cubiertas inferiores.
Los españoles hundieron uno de sus propios buques frente a la entrada del puerto para obstruir la entrada de cualquier otro barco y evitar un asalto. Ya por la noche, Knowles entendió que estaba derrotado y retiró sus barcos fuera del alcance de la metralla española. A la playa comenzaron a llegar restos de mástiles, lanchas hechas pedazos, escaleras y toda clase de fragmentos de las embarcaciones averiadas por la artillería.
También trajo la corriente varios cuerpos muertos, extrañamente entre estos el cadáver de una mujer. Finalmente Knowles retiró su flota hacia Jamaica para nunca más volver. Durante los diez días de la batalla, los atacantes lanzaron unas novecientas bombas sobre el castillo San Felipe y las otras fortificaciones de Puerto Cabello. Se trataba de todo tipo de proyectiles: bombas incendiarias, las llamadas “granadas reales” o explosivas y balas comunes. Los defensores tuvieron que lamentar unos treinta muertos y sesenta heridos, mientras que los ingleses sufrieron casi doscientos muertos y gran número de heridos. Entre los muertos españoles destacan José Ugalde, capitán de la “Teresa”, Pedro Gurruchaga del “Coro”y el oficial Antonio d Ebora, todos de la Guipuzcoana.
Los ataques a Puerto Cabello y La Guaira son los hechos de armas más importantes ocurridos durante los trescientos años anteriores a la independencia. La victoria de nuestros antepasados sobre la flota inglesa salvó a Venezuela de ser una colonia británica. Si los ingleses hubieran ganado, ninguno de nosotros estaría aquí, y quizás Venezuela sería otra Trinidad o Guyana. Los defensores de Puerto Cabello no deben permanecer olvidados en la historia.
La caballerosidad naval de aquellos tiempos
Una anécdota interesante ocurrió en aquellos días que mucho nos dice lo distinto de la mentalidad de aquellos personajes. Temprano por la mañana el 7 de mayo las naves inglesas estuvieron haciendo fuego sobre los buques españoles y las posiciones de la costa, ataque que ya había cesado al mediodía. A eso de las dos de la tarde sale del Suffolk una lancha con la bandera blanca, abordo va el segundo capitán de la nave con una carta dirigida al Gobernador Zuloaga, donde le solicita hacer el canje de los prisioneros. Zuloaga responde afirmativamente y le pide que traigan a los prisioneros españoles para que los ingleses se lleven los suyos. Con la respuesta, Zuloaga le envía un regalo a Knowles, “una fineza” como dice un cronista español contemporáneo: dos jamones, dos quesos y 36 botellas de vino. El oficial inglés dio las gracias y pidió si que le podían dar también unos limones.
El día nueve, nuevamente Knowles se comunicó con Zuloaga. Esta vez pidió permiso para recoger agua para sus naves. Zuloaga respondió que no, pero que podía mandar a recoger unos pocos barriles de agua para él y sus oficiales. Vinieron hasta el río Borburata unas lanchas a recoger el agua permitida, lo que hicieron bajo la atenta mirada de un destacamento español enviado para que no tomaran más de la cuenta. Cuando se retiraban Zuloaga envió también otros prisioneros que habían quedado, unas terneras, unas gallinas, más botellas de vino y los limones que habían pedido días antes. De regreso la lancha trajo a los prisioneros españoles y una carta donde el inglés notificaba que se retiraba a las islas de San Cristóbal y daba las gracias por las atenciones recibidas.
FUENTES
De Armas Chity. “Historia de Puerto Cabello” Ediciones del Banco del Caribe, C.A. Caracas 1974
Nectario María, H. “Derrota Inglesa en Puerto Cabello” Esc. Prof. Sagrado Corazón, Madrid. 1971
www.bolivarium.com